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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La mojadura

A partir de la frase, feliz, del presidente Feijóo en el Obradoiro cuando dijo, bajo un diluvio, que "hay que mojarse por Galicia", la idea debería extenderse no solo a una lluviosa mañana de sábado sino a toda la legislatura que empieza. Y no por romanticismo patriótico, que no estorba, sino porque va a hacer falta: a pesar de los cánticos y los buenos augurios oficiales, en el horizonte aún pintan bastos, y se va a necesitar un juego en equipo si se quiere ganar la partida.

Y no se trata de escepticismos ni tampoco de pesimismo: solo del realismo indispensable para aceptar que ni en términos políticos la situación general de España parece despejada ni la económica europea invita todavía al optimismo. Y, por tanto,en Galicia no bastarán las palabras ni las buenas intenciones: sería -por si acaso- de aplicación, incluso para los agnósticos, aquello del ora et labora que patentaron los frailes.

Es verdad que pocas veces antes de ahora se ha oído tanto la palabra "diálogo" en términos de oferta. Cierto que todos los presidentes anteriores al Feijóo de estos días la utilizaron pero nunca la repitieron con tal frecuencia ni con detalles más concretos sobre su finalidad. Pero también lo es -cierto- que solo llegó a cuajar en muy contadas ocasiones y para temas de relativa importancia: las grandes crisis, como las del Prestige, las vacas locas y otras se vivieron entre choques y/o mociones de censura parlamentaria.

Hay pues, una sensación de que se presenta la oportunidad de al menos un nuevo talante. Y no solo por la actitud de quien tiene la mayoría absoluta, sino por la respuesta, tibia pero sintomática, de la oposición. Tras la negativa, lógica, a la investidura, ha habido gestos -desde la presencia en los fastos del Obradoiro hasta algunas declaraciones, sobre todo de socialistas- que invitan a pensar que quizá esta vez sí. Y otro dato refuerza aquella sensación: la ausencia en el hemiciclo de quienes en los últimos tiempos más radicalizaron la dialéctica y con mayor fuerza predicaron el choque entre las dos Galicias.

(Todo cuenta. Pero en este punto parece, en opinión de quien esto escribe, obligado matizar que la referencia a las ausencias no supone ni responsabilizar a los que no están de todos los males ni tampoco olvidar lo mucho que hicieron en años pasados por modernizar y democratizar este país. Cualquiera de las dos posturas sería miserable).

Ahora queda lo más importante: que la mayoría llame a las minorías para, sobre una agenda concreta, oficializar la oferta de diálogo y que las minorías respondan a la mayoría con intención de acordar. ¿No?

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