La elección de Cambados como Ciudad Europea del Vino 2017 es la mejor oportunidad para defender la capitalidad de la Denominación de Origen para poner fin a una errónea e interesada decisión política de hace casi un cuarto de siglo cuando se discutía sobre preeminencias administrativas.
A Cambados se le conoce como la villa del albariño. Ya está. Debería ser el argumento principal porque ya lo dice todo, pero hay muchos más motivos, entre ellos que jamás renunció a a ser la sede del Consello Regulador y que incluso ofreció el edificio apropiado.
Es hora de que Cambados reciba el apoyo de todo O Salnés, desde Vilagarcía a O Grove, y no perlas sueltas como en el último pleno de A Illa de Arousa pues ese respaldo suele quedarse en simple papel mojado.
Todos los Concellos deben mostrar firmeza y si es necesario promover una gran movilización para conseguir el objetivo que no es ni más ni menos que el traslado del Consello Regulador a la histórica villa, en definitiva, a su espacio natural.
Hoy no existen los inconvenientes de aquellos años en que nació el Consello, ni tampoco los intereses creados desde Pontevedra, porque su objetivo ya está cumplido con creces. Por una parte se les dio el capricho de contar con este organismo y por otra se les financió la rehabilitación del histórico Pazo de Mugartegui que de otra forma estaría hoy en absoluta ruína.
Cumplido esos propósitos es hora de que Cambados reclame lo que le pertenece y que el Consello Regulador se traslade cuanto antes a la capital del mejor vino del mundo. Los viticultores de O Rosal comprenderán el peso de la "superzona" de O Salnés, donde se cosecha más del 90% de la producción de albariño, godello y treixadura.
Cambados no puede dejar pasar esta ocasión. Ser Ciudad Europea del Vino 2017 tiene que darle ese peso a la reivindicación. La alcaldesa Fátima Abal debe poner todos sus argumentos sobre la mesa lo mismo que sus compañeros de gobierno.
Pero también tiene que hablar el presidente en funciones de la Mancomunidad, y los demás alcaldes, sean del color que sean. Y cómo no el presidente del Consello, Juan Gil de Araújo, a la sazón ilustre cambadés. Y hacerlo ya.
