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Historia

Apuntes sobre la Guerra de la Independencia en Galicia (IV)

En Santiago, tanto las autoridades municipales como los militares tuvieron una actitud pasiva ante el desbordamiento patriótico instigado y dirigido por el Arzobispo D. Rafael Muzquiz, antinapoleónico por razones políticas y religiosas, y también, a nivel popular, por el obrero Floriano López. El Arzobispo fue principalmente el alma del levantamiento entregando dinero para movilizar al pueblo, exhortando al clero, a los notables con los que se trataba, entidades..... Además de su familia, al movimiento se sumaron el noble D. José Caamaño Pardo y el capitán D. José Armirén, venido "ex profeso" a Compostela para este fin y que con otros "patriotas" se apoderó de las armas del parque militar. Se convocó al pueblo en la plaza del Consistorio para que la Junta recién creada y presidida por el prelado fuera refrendada con su aclamación, cosa que hace con ardor. La insurrección así es controlada por un eminente miembro y representante del Antiguo Régimen.

En A Coruña, la imprudencia del Capitán General suprimiendo los actos patrióticos de la Conmemoración de San Fernando dio alas a la insurrección popular que el mismo día, 30 de mayo, capitaneada por el obrero Sinforiano López, obliga a las autoridades (el regente de la audiencia, el Capitán General, el Gobernador Militar, el Coronel y otros jefes militares, reacios al movimiento y en principio conciliadores con los franceses) a acceder a formar la Junta Provincial de Armamento y Defensa cuya presidencia ostenta el Capitán general Filangieri aunque, por su delicado estado de salud, el cargo recae en el Mariscal de Campo D. Antonio Alcedo, participando en ella representantes de diversas entidades locales.

La Junta de A Coruña asume el papel dirigente y hegemónico en Galicia elevándose a la categoría de "suprema" regional y de "soberana", por la ausencia del rey, y convoca a la Junta General del Reino de Galicia a la que acuden representantes de las provincias, siendo los de Ourense y Tui sus respectivos Obispos y a los que, en opinión de R. Solís, se enfrentarán el Arzobispo santiagués y D. Pedro de Acuña, ex ministro de Gracia y Justicia. También se sumó a la Junta D. Andrés García, confesor que había sido de la difunta princesa de Asturias.

La Junta se titula ya "del Reyno de Galicia" en documentos firmados el día 2 de junio de 1808 por su secretario Manuel Acha, y la composición de la misma era, en fecha 27 de junio, la formada por el Conde de Jimonde, Francisco Monsoriu, José de Quiroga y Quindos, José Mª. de Prado, Ramón Pardo Montenegro, Benito Mª. Sotelo Noboa, Manuel Mª. Aballe, actuando de secretario Manuel Acha. El Conde de Jimonde y Manuel Mª. Aballe formaron parte de la Junta Suprema Central. Sin duda el peso ejecutivo y organizativo de la Junta de Galicia la llevaban los aquí nombrados teniendo, en nuestra opinión, el resto de personajes que se citan en otros textos un papel de apoyo y adhesión con escasa o nula participación en las decisiones y trabajo diario. A partir de esta relación puede aventurarse ya un estudio de la participación de los sectores sociales que componían este organismo de poder. Esta Junta encargó la seguridad pública, haciéndole recomendaciones especiales para que salvaguardaran la vida e intereses franceses, a José Joaquín Yriberri, al que designó a finales de junio como Auditor de guerra en el Ejército de la Junta, primero con Filangieri, después con Blake y finalmente con el Marqués de la Romana. A Coruña y Santiago protagonizaron una interesante pugna por convertirse en sede de la Junta del Reyno de Galicia llegando el Arzobispo Rafael Muzquiz Adunate a ofrecer, sin éxito, tres millones de reales por su traslado.

Para Barreiro Fernández este suceso refleja una lucha entre clero-nobleza por un lado e hidalguía-burguesía por otro para hacerse con el poder en Galicia a lo que hay que añadir que también las tensiones localistas jugarían un no desdeñable papel.

Campaña militar

La temática de este apartado ha sido la que más ha resaltado y más atención ha dedicado la historiografía tradicional y a ella nos remitimos. Aquí únicamente vamos a señalar algún significativo detalle que especialmente las fuentes francesas nos han sugerido.

Siguiendo los pasos del ejército inglés, el Mariscal Soult entra en Lugo el 9 de enero de 1809, donde parece que es bien recibido por una población que estaba quejosa de la actuación inglesa, y luego el 12 en Betanzos, donde el enemigo había preparado un maquiavélico plan para volar la ciudad con los franceses dentro. Según cuenta Soult en su informe, antes de marchar los ingleses habían reunido en la casa de la villa -cuya belleza merece un elogioso comentario del Mariscal- material combustible y, en el primer piso, una gran cantidad de barriles de pólvora que debían hacer explosión cuando les llegaran las llamas. El suceso no respondió a estas esperanzas porque llegaron a tiempo de prevenirlo. También narra los excesos cometidos por los ingleses en las casas y bienes de los habitantes, -contrariamente a lo que afirma Portela Pazos que achaca estos desmanes a una escuadra de la caballería francesa- y, en principio, no hay por qué dudar de su veracidad porque estos informes son privados y cuando eso ocurre, como en Ourense, lo dice.

En el trayecto, y debido en gran parte al apresuramiento de la retirada, cayeron en manos galas unos 1.400 prisioneros ingleses, cañones, cajas de municiones, etc... El 14 está a las puertas de A Coruña y el 16 se produce el duro combate en que pierde la vida el General Jefe inglés John Moore. Poco después entra en conversaciones con el general Antonio Alcedo, Gobernador Militar y Político de A Coruña para negociar los términos de la Capitulación, de la que da cuenta el día 20 en términos bastante favorables para la población: se les obligaba a jurar fidelidad al rey José (art. 2), se mantenía a todos los funcionarios en sus empleos (art. 3), así como a los militares (art. 4), a no ser que quisieran dejar su empleo, cosa que podían hacer libremente si lo preferían, la propiedad era respetada y no se restablecería ninguna nueva contribución (art. 6), los diputados de las ciudades y los miembros de la Junta del Reino de Galicia podían quedarse o irse a su casa (art. 9) y se daba una amnistía general y promesa de respetar "les lois, coutumes et habillements" (art. 13) (las leyes, costumbres y ropas y enseres).

Parecidos contenidos expresaban las Convenciones de Capitulación del Ferrol firmadas el día 26 junto a la rendición. La impresión de Soult era la de que esta ciudad presentaría una fuerte oposición a ser tomada, aunque a la hora de la verdad, viendo el imponente ejército francés y considerando que era muy improbable resistir, se entregó sin lucha. Lo más curioso es que, como resultado de su sobreestimación o como consecuencia del rencor acumulado durante largo tiempo por el anterior bloqueo inglés y la carestía y privaciones que había ocasionado al pueblo ferrolano, rechazaron unos días antes una ayuda inglesa cifrada en 7.000 hombres y parte de la escuadra (probablemente la que había embarcado en A Coruña), amenazándoles incluso con que se les combatiría y se les impediría establecerse. El mando del Departamento quedó en manos del antiguo jefe de la Escuadra, Obregón, que había estado recluido en el Castillo de S. Antón por afrancesado hasta que fue liberado por Soult, y al que acompañó hasta Ferrol.

Algo parecido ocurrió con Vigo que, contando con dos fragatas inglesas entre otros barcos menores y el ardor del pueblo que llega a sustituir a los regidores y nombrar el 25 de enero de 1809 a D. Francisco Javier Vázquez Varela como Presidente del Concejo y al capitán retirado de navío D. José Villavicencio como Gobernador Militar por considerarlos más aguerridos y de mayor entrega, cuando llegan los franceses capitulan sin hacer ninguna resistencia.

El resto de las ciudades fueron cayendo de forma parecida, de tal manera que a finales de enero de 1809 el ejército francés controlaba toda Galicia.

Un episodio tiene en la historiografía clásica y en la leyenda del pueblo una gran resonancia que a la luz de las fuentes francesas adquiere nuevas y distintas perspectivas. Se trata de la batalla de Ponte Sampayo, lugar en el que el conde de Noruña, que tomaba el título de General en Jefe del Ejército del Miño, había reunido (según Soult) "cuatro mil soldados de línea, ciento veinte carabineros reales y diez mil paisanos armados" apoyados por un tren de artillería de doce piezas de campaña "pasablemente atendidas", sólidamente atrincherados a las orillas de la ría y flanqueados por el fuego de tres fragatas inglesas. Cuando Ney llega el 7 de junio de 1809 y observa esta situación considera una "imprudencia manifiesta" cruzar al otro lado, cosa que hubiera efectuado, según él, si lo hubiera pretendido, pero a costa "al menos de dejar mil hombres fuera de combate", y demorar dos días más su marcha recomponiendo el puente para que pudiera pasar la artillería. Entonces decide volver sobre sus pasos y manda el día 8 una brigada para cerciorarse de la capacidad real del ejército gallego y dar la impresión de que su fuerza era escasa, de tal manera que, confiados, salieran de sus posiciones y reconstruyeran el puente para acosarle, momento este oportuno para destruirlos.

Lo cierto es que el ejército español, tras una jornada de vivo intercambio de fuego de artillería y mosquetería con esta Brigada, no cae en esta estratagema, no se mueve de su sitio, y Ney, que sabe además que Vigo está preparado para la defensa y reforzado con barcos ingleses, decide prudentemente volver a A Coruña. El balance de muertos en el bando francés, según el mariscal, es sólo de 90 soldados. En este aspecto, pues, puede considerarse más una escaramuza que una verdadera batalla. Pero tuvo la importancia decisiva de que hizo inviable el plan que habían concertado el 29 de marzo Soult y Ney en Lugo en el sentido de que el 6° cuerpo (Ney) dominara Santiago y Vigo y, a través de una columna en Ourense, enlazara en Monforte con el depósito general del 2º cuerpo (Soult), que ocuparía Lugo, Mondoñedo y Ribadeo, punto esencial éste para la comunicación por mar con Gijón (en poder del general Kellermann) y los otros dos con Villafranca. Este 2º cuerpo maniobraría por Monforte y Valdeorras contra las tropas de La Romana para obligarle a una rendición o a "tomar una decisión", tal y como se cuenta en las Memories du Marechal Soult.

Los objetivos del plan no pudieron pues llevarse a efecto gracias a esta acción de Ponte Sampayo, y Soult, que como estaba convenido sólo permanecería en Galicia mientras durara la expedición contra La Romana, cuando éste se refugia en Portugal da por concluida su misión y se dirige a Puebla de Sanabria, a la que llega el 24 de junio; Ney considera que sin el concurso y apoyo del 2.° cuerpo (también Kellermann marchará de Asturias) era muy peligrosa su estancia en Galicia, y decide, con esta escusa, abandonar A Coruña en dirección a Astorga, ciudad a la que llega el 30 de junio. De esta manera, la batalla de Ponte Sampayo, que bélicamente fue bastante insignificante, estratégicamente fue decisiva para que los ejércitos franceses abandonaran Galicia.

(*) Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Vigo y director de la UNED.

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