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Ceferino de Blas.

Turismo funerario

¿Qué viajero que quiera conocer a fondo Buenos Aires no visita el cementerio de la Recoleta donde está enterrada Evita? ¿O el que pasa unos días en París no se da una vuelta por el de Pere-Lachaise, para detenerse ante las tumbas de los grandes de las letras y la cultura desde Apollinaire a Balzac, desde Marcel Proust a Edith Piaf o Maria Callas, de Chopin a Camus u Oscar Wilde? O en La Almudena, de Madrid, donde reposan Vicente Aleixandre, Alcalá Zamora, Di Stéfano y Fernando Rey, entre una larga pléyade de importantes.

El turismo funerario forma parte de los hábitos viajeros desde tiempo inmemorial. A la postre, ¿qué otra cosa es recorrer las catacumbas romanas o pasear junto a las pirámides egipcias, los más grandes mausoleos construidos por el hombre?

Aunque suene a paradójico, y parezca un contrasentido con unas vacaciones placenteras, la visita a los cementerios, recuerdo que somos polvo y al polvo volveremos, es un baño de realidad y un disfrute cultural. Contienen la historia y una parte del patrimonio de los pueblos. No solo por quienes están enterrados allí sino también por los monumentos funerarios existentes, algunos de los cuales son obras de arte.

Por eso hay que aplaudir a quien haya tenido la iniciativa de los recorridos guiados por expertos por el cementerio de Pereiró. Y que los guías vayan vestidos de época, en una caracterización de las circunstancias del camposanto vigués.

Ya es un reclamo que haya sido proyectado, a finales del siglo XIX, por Jenaro de la Fuente, uno de los grandes arquitectos, cuyas obras dan prestancia urbana a la ciudad.

Sin necesidad de compararse con los cementerios más conocidos del mundo, el de Vigo contiene la historia de la ciudad y, por tanto, una representación de las efemérides que protagonizó. Es el recordatorio.

Empezando por los barcos de la muerte, los nueve buques que llegaron a Vigo entre 1898 y 1899, transportando a los soldados que habían combatido en la guerra de Cuba contra los cubanos y contra los yanquis. Es uno de los monumentos funerarios principales, que aviva el carácter solidario de la ciudad, "siempre benéfica".

Están los de personalidades relevantes que habitaron y han muerto en Vigo, como Concepción Arenal, la gran pensadora, autora de la frase célebre "odia el delito y compadece al delincuente". O el gran benefactor de la ciudad, José García Barbón, a quien se recuerda por la Escuela de Artes y Oficios y el teatro que lleva su nombre. O Cesáreo González, el vigués que elevó a las alturas el cine español.

Como ocurre en otros grandes cementerios, también hay ausencias, por una u otra causa. Faltan el almirante Méndez Núñez, que descansa en el Panteón de Marinos ilustres, y Álvaro Cunqueiro, que quiso ir a reposar al cementerio de su natal Mondoñedo. Tampoco está Vesteiro Torres, el poeta vigués que no fue capaz de soportar la soledad y la lejanía de su pueblo, y se descerrajó un tiro junto al Museo del Prado.

Existe un libro sobre Pereiró, "A cidade dos mortos", publicado al hilo del centenario de la pérdida de las colonias, en 1898, que historia los principales hitos del camposanto. Es una buena fuente de datos para quienes quieran conocerlo más a fondo, incluido el recodo del cementerio civil, donde reposan vigueses prestigiosos.

Contiene una amplia relación de nombres y familias que han contribuido a construir el Vigo moderno. Lástima que falten algunos prestigiosos, como el periodista y escritor Manuel Lustres Rivas, cuyo nombre fue tan olvidado que tampoco figura entre los muertos

Para quienes quieran visitar el cementerio con la única finalidad de conocerlo, basta que lo recorran y observen las tumbas y esculturas funerarias. Es un paseo ilustrativo, que sirve para hacerse una idea de la relevancia de los personajes y de las grandes familias que, en cada tiempo, ejercieron el poder en la ciudad. Merece la pena.

Lástima que las visitas guiadas se centren en la época de Difuntos, cuando la gente más acude al camposanto. Deberían prolongarse durante el año, porque el cementerio de Pereiró es un elemento primordial de la historia de Vigo.

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