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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El atuendo

Pues la verdad es que, dicho sin mala intención, tiene sentido el asombro de muchos ciudadanos ante la polémica abierta por causa del atuendo de sus señorías. Y es que bastó una observación -de seguro no mal intencionada- del presidente del Parlamento acerca de la conveniencia de guardar las formas en el vestir para que se organizase el primero de los debates de la legislatura, pero extramuros. Lo que es una ventaja porque le quita acidez.

El señor Santalices, que es un hombre dispuesto al diálogo y paciente -virtudes que no se le suponen: las ha demostrado-, se limitó a hacer una observación que es opinable, ma non troppo. Nadie, salvo los mal intencionados, puede suponer que don Miguel pretende una especie de uniformidad en el vestuario, pero sí que impere el respeto más elemental de unos para con otros. Y aunque sea verdad que el mal gusto no es condenable, a veces sí resulta irrespetuoso.

A la izquierda, que al parecer le faltan asuntos más importantes que tratar, decidió lanzar duras críticas contra el presidente y, sobre todo, lanzar una campaña para que cada cual pueda ir a la Cámara vestido como le dé la gana. No se aludió, del modo en que se hizo en polémicas anteriores, al derecho a usar la hoja de parra, pero a este paso no conviene descartar la posibilidad.

Dicho de otra manera, que los que gustan de los Parlamentos porque ven brillantez en muchos de los oradores y profundidad en los asuntos a debatir, van a tener que esperar. Porque esta primera ocasión para comprobar la capacidad dialéctica de los diputados no ha sido ni en la forma ni en el fondo digna de tomarse en serio.

Eso sí: los miembros de la Cámara gallega podrán presumir algún día de que, al igual que ocurriera en las Cortes con Bono y las corbatas y en Italia, el atuendo de sus señorías se convirtió casi en un affaire d´Etat. Claro que el de Roma no fue tanto por el vestido como por lo contrario; se discutió si la diputada Cicciolina podía o no acudir a la Cámara luciendo sus pechos desnudos.

Retornando a este antiguo Reino de Galicia, habrá que recordar a los representantes del pueblo que en democracia las formas -también las de vestir- son importantes para dignificar el cargo. Y del mismo modo que no es precisan un frac, tampoco resulta conveniente el taparrabos. No los hubo en la sesión constitutiva, es verdad, pero tampoco faltó algún ejemplo de confusión entre la sencillez proletaria y el simple mal gusto. Y no está de más, ni es ofensivo, impropio o limita libertades, recomendar que no se haga el ridículo en lugar tan importante.

¿Eh...?

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