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De vuelta y media

Los dos institutos Sánchez Cantón

El primer edificio resultó tal fiasco que quince años después requirió la construcción de un nuevo centro para reemplazar aquella ruina

No resulta nada fácil entender hoy cómo José F. Filgueira Valverde, que nunca dio punta sin hilo, pudo cambiar el majestuoso edificio que el Instituto de Pontevedra ocupaba desde 1927 en la avenida de Montero Ríos, por otro centro docente de nuevo cuño. Sin duda cometió un error de bulto, del que siempre estuvo arrepentido.

El desgajamiento en dos del único instituto existente hasta entonces en esta ciudad se conoció mediado el curso escolar 1962-63, prácticamente al mismo tiempo que la construcción de otro edificio nuevo. Desde el primer momento quedó claro que el Instituto Femenino se ubicaría en las instalaciones ya existentes, en tanto que el Instituto Masculino se trasladaría a El Vergel.

La subasta de las obras del nuevo instituto en el verano de 1964 por un importe de quince millones de pesetas quedó desierta por falta de licitadores. Toda una premonición de los males que llegaron después.

Nadie puede asegurar hoy que hubo gato encerrado, pero aquí viene al pelo aquello de piensa mal y acertarás. El caso fue que el Ministerio de Educación adjudicó directamente la ejecución del centro a Enrique Suárez Dacosta Construcciones. Con muy pocos días de diferencia, aquel contratista de Ourense asumió por el mismo procedimiento la edificación del nuevo instituto de aquella capital. Los dos tenían una estructura muy similar y eran hijos del mismo padre: Marciano Hernández Serrano, el arquitecto del ministerio que firmó incontables proyectos en aquel tiempo.

El primer instituto, que luego se denominó Sánchez Cantón, se ubicó al fondo de la gran finca El Vergel, comprada la década anterior. Su configuración tenía forma de V o de L, con entrada principal por Reina Victoria y otras dos entradas secundarias desde Salvador Moreno (hoy Rosalía de Castro) y Palamios, cuando todavía era un maltrecho callejón.

El edificio dispuso de 5.500 metros cuadrados distribuidos entre un bajo y tres plantas; su capacidad estaba prevista para algo más de mil alumnos. En total tenía 36 aulas, laboratorios de Ciencias Naturales, Física y Química, varios seminarios, salas de profesores y sala de juntas. Igualmente contaba con biblioteca, paraninfo, capilla, gimnasio y otros servicios menores. Sobre el papel no pintaba mal, pero la realidad fue algo muy distinto.

Cuenta una leyenda pontevedresa, no sé bien si urbana o no, que don José Filgueira vigiló de cerca la construcción, tal como era su costumbre, hasta que un día tiró la toalla y no volvió más. Empezó a ver cosas que no le gustaron, trato de enderezarlas y como no pudo se quitó del medio.

El curso 1968-69 enmarcó el inicio de las clases del Instituto Masculino en su nuevo edificio y desde aquel primer año ya mostró incomodidades y deficiencias por doquier, tanto de tipo estructural, como de habitabilidad y confort. Las reparaciones estuvieron a la orden del día y, particularmente, la calefacción trajo de cabeza a Filgueira Valverde hasta su último día como director del centro en 1976.

Cuando los chavales mayores hacían gimnasia y correteaban por la parte baja, retumbaba todo el edificio y parecía que iba a venirse abajo. Entonces don Mariano García, inolvidable catedrático de Ciencias Naturales, se ponía de los nervios ante tamaño despropósito. Con sobrada razón, su colega de claustro Isidoro Millán resumió para la posteridad su valoración del centro como un "absurdo urbanístico".

En definitiva, aquel instituto era una ruina total. Hoy se habría organizado un gran escándalo. Entonces se pasó de puntillas.

El primer Instituto Masculino Sánchez Cantón hizo aguas antes de cumplir quince años y al conselleiro de Educación y Cultura, Víctor M. Vázquez Portomeñe, no le quedó otra que afrontar la construcción de un edificio nuevo.

Las obras se iniciaron en septiembre de 1984 y se terminaron solo un año después. El arquitecto-jefe de la Unidad Técnica de la delegación de Educación, Joaquín Basilio Bas, hizo un trabajo magnífico y logró compatibilizar el trabajo constructivo con la actividad docente. No se perdió allí un solo día de clase a causa de la obra.

Para tranquilidad de padres, alumnos y profesores, la empresa especializada Intema garantizó la seguridad de las viejas instalaciones mientras se construían las nuevas dependencias. En realidad, este segundo centro fue el resultado práctico de encadenar dos proyectos: el primero, la construcción del nuevo instituto por delante del viejo; y el segundo, la demolición de éste y el cierre trasero de aquél para acoplar la edificación.

Basilio Bas mantuvo diversas reuniones con todos los profesores para conocer de primera mano sus necesidades y sus observaciones, con el fin de corregir las deficiencias anteriores. Eso satisfizo al claustro. De escuchar las opiniones de unos y otros salió su proyecto final.

El segundo instituto, tal y como se vislumbra en la actualidad, dispuso de 5.607 metros cuadrados repartidos en cuatro plantas hacia Reina Victoria y otras dos bajas hacia su parte trasera, aprovechando el desnivel existente. El presupuesto de las obras ascendió a 254 millones de pesetas y su capacidad se mantuvo sobre el millar de alumnos.

La dependencia estrella fue un salón de actos con capacidad para 400 personas. La piscina prevista en su origen nunca se acometió y en su lugar se construyó un gimnasio cubierto y un pabellón cerrado. El ajardinamiento y arbolado del entorno quedaron pendientes para su posterior ejecución.

El curso académico 1985-86 empezó más tarde que nunca para simultanear su apertura formal con la inauguración oficial del nuevo edificio del Instituto Masculino Sánchez Cantón. Tal efeméride ocurrió en la mañana del miércoles, 6 de noviembre, y el viejo profesor Filgueira Valverde aún vivió para conocer la buena nueva, aunque creo que no estuvo invitado.

El conselleiro Vázquez Portomeñe sacó pecho y acudió a aquel acto rodeado por la plana mayor de su departamento. También asistieron los tres directores de los institutos existentes: Ramón Regueira Varela (Valle Inclán), Xosé Fortes Bouzán (A Xunqueira) y el anfitrión Eladio Rodríguez Gandoy. Entonces ya estaba en marcha el cuarto instituto.

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