Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Historia

Apuntes sobre la Guerra de la Independencia en Galicia (III)

Las previsiones francesas no se cumplieron, porque inmediatamente la insurrección surge por todos los sitios, y la presión popular promueve nuevos representantes y el nacimiento de las Juntas de Defensa a partir de junio de 1808. Tampoco las armas francesas pueden poner al país en obediencia, porque a los pocos días de entrar en Galicia y conquistar sus principales ciudades el pueblo gallego, fundamentalmente en el campo, se levanta instigado por clérigos, abades y fidalgos, principalmente, y apoyados por el ejército de La Romana. A finales de enero de 1809 empieza la sublevación popular y en pocos días toda la región estaba en plena rebelión. Dos cuerpos de ejército, el 2º de Soult y el 6º de Ney eran incapaces de poner en obediencia a estas provincias. ¿Qué había pasado para que en sólo unos días se pasase de la francofilia expresada, por ejemplo, por el obispo de Lugo D. Felipe Peláez, su clero y autoridades (9 de enero) al duque de Dalmacia a una francofobia manifestada por una sublevación general? ¿Por qué extrañas pulsiones colectivas fue posible que el pueblo gallego se alzara contra un formidable ejército ocupante de más de 40.000 hombres bien armado y experimentado?.

George Rudé ( en La multitud en la historia) introduce a la muchedumbre, rural o urbana, a los rebeldes primitivos, en el centro de la historia social llevándonos al terreno indefinido de los sentimientos colectivos, a la explicación de las causas que llevan a la exasperación que culmina en un estallido violento. Sobre ese sentimiento de indignación popular era después fácil encontrar unos cabecillas o caudillos que les dirigieran, sobre todo contando con la ayuda de soldados y mandos del ejército del marqués de La Romana.

¿Cómo pasó el pueblo gallego de considerar al ejército francés como un aliado (que lo era) a ser un enemigo irreconciliable? A mi entender hay varias causas que merecen ser destacadas:

1.- El medio año de retraso que Galicia tenía respecto a la sublevación de mayo de 1808, de la permanencia de la familia real en Francia, de la carta de Bayona y de la creación de las Juntas de Defensa, permitía tener una opinión realista de las verdaderas intenciones de Napoleón y un tiempo necesario para que, a través de proclamas, diarios y sermones, principalmente, se inflamara de patriotismo al pueblo español.

En Galicia, en concreto, hay que tener presente toda la propaganda antirrevolucionaria que los clérigos refractarios franceses habían difundido desde 1791. Papel beligerante de los curas y monjes, que los franceses -que eran también católicos- no entendían. Recuérdese la actitud beligerante de los frailes del Bon Xesús de Transdeiras, o los de Melón y San Clodio en la batalla de Ribadavia (19 de febrero).

En cuanto a los periódicos, los primeros que se imprimen en Galicia (Diario de Santiago, Diario de la Coruña, la Gazeta de la Coruña, etc.) son un vehículo fundamental de exaltación del patriotismo y de la defensa de la religión y del rey Fernando. Así, por ejemplo, en el nº 1 del Diario de Santiago (1-junio-1808) se decía textualmente:

"Nobles vasallos del desgraciado Fernando: el Reyno de Galicia quiere morir por la fe tan pura, como la recibió de sus Padres; arde por volver a ser Español, y nunca consentirá que caigan sus haciendas en manos extrañas. Para eso tomamos las armas?)"

En la comunicación que dirige la Junta de La Coruña a los organizadores del Batallón Literario de Santiago se resalta la gloria que pueden alcanzar por su defensa de "la Religión, de su Rey y de su Patria".

En otra proclama titulada "de Galicia" y fechada en 1808 (sin día ni mes), la defensa de la Patria (con una ramificación para la defensa del propio hogar de cada cual), del rey Fernando (cuya vida corre peligro si los patriotas no acuden a salvarlo), de la Religión ("¿Permitiremos que sus Exércitos vengan impunemente a... despojar a nuestro Dios de los vasos sagrados como acaban de hacerlo en Portugal?") están claros de entrada. Se le da un cierto carácter de cruzada contra el infiel, aduciendo que "esta causa es del Todo Poderoso" y equiparando los ejércitos napoleónicos con los musulmanes.

Finalmente, la Proclama de Ourense termina: "A ellos pues compatriotas: destrozareis al enemigo: sois españoles y basta. Viva Galicia, Viva La España, viva la Fé, viva Fernando, Muera el tirano".

2.- La actitud altanera del ejército francés. Un ayudante de campo del mariscal Ney llamado Henry de Saint Simon escribía en su Diario: "No es una campaña lo que estamos haciendo, es una devastación por bandidos militarizados, y nosotros (los oficiales), que lamentamos la situación y nos enfrentamos a los soldados para contenerlos, somos asesinos?Las ciudades quemadas en parte, los rebaños y los caballos exterminados o robados, todas las herramientas agrícolas?quemadas por ser más seca su madera y más rápido quemar los muebles que talar los árboles; todas la iglesias saqueadas y profanadas: esto es lo que queda de su reino" (Cit. por Ch. Esdaile, La Guerra de la Independencia, pág. 209).

La secuencia acción-represión, con la subsiguiente espiral de odio y violencia, se inició a finales de enero en el pueblo de Salas, donde los franceses acuchillaron a 9 personas, y el enfrentamiento posterior, el "primero serio", dice Osuna de los paisanos de Valdeorras con un escuadrón (100) de húsares (caballería) a los que mataron y cogieron prisioneros. Juan Manuel Osuna, el gran estudioso gallego de esta guerra, aseguraba que "las represalias galas eran brutales, por un francés muerto se solía matar a cuatro paisanos".

3.- Problemas de alojamiento y abastecimiento de un tan gran ejército en una economía de escasa capacidad de almacenamiento. Pierre Le Noble (en Memorias de las operaciones militares de los franceses?ed. facsímil de Arenas, 1821) Intendente general del ejército de Soult, dice refiriéndose a Galicia que "Faltaba dinero y todo tipo de suministros? (y) que los habitantes estaban muy lejos de tener el trigo que necesitaban. (Y exclamaba): ¡Cuantas dificultades cada día para procurar la comida de un ejército!". Y más adelante, después de comentar que en Rusia sus habitantes huían escapando de las bayonetas, en Galicia "huían por las siguientes razones por este orden: por miedo, por salvar sus víveres y para evitar trabajar para un ejército que no tenía dinero para pagarle".

Juntas de Defensa

Todo esto provocó la ira y el disgusto de la población y, al tiempo que el ejército francés iba ocupando el territorio, se iban organizando las guerrillas. Este fenómeno de las guerrillas en muchos casos se convirtió en un modo de vida para una parte de la población rural que se vio privada de sus bienes y de sus ganados y que no se puede entender si no se enmarca dentro de los movimientos sociales de resistencia que se produjeron tras la ocupación napoleónica de Europa.

Cuando de forma casi simultánea se inician los levantamientos populares que dan al traste con la organización oficialista del Estado, el pueblo sublevado, que no dispone de medios ni de capacidad para sustituir el sistema ni ocupar los puestos dirigentes, tiene que buscar nuevos personajes que sustituyan a las antiguas autoridades. Así surgen las Juntas, primero a nivel local, después la del Reino de Galicia y por último la Junta Central. Pero no quiere decir, como apunta Fontana, que "las juntas fueran populares", ni por su composición -las integraban siempre las clases dominantes- ni por sus planteamientos. La revolución española muestra su ambigüedad desde sus comienzos".

Este esquema de sustitución de los antiguos dirigentes, de los que se desconfía, por unos nuevos que han dado ciertas muestras de patriotismo puede aplicarse también, en términos generales, a Galicia, añadiendo la particularidad de que, en algunos casos, la creación de las Juntas obedece a la necesidad de fundar organismos más amplios y específicos para la lucha, como ocurre, por ejemplo, en Viveiro, donde es el Ayuntamiento en pleno, y no el pueblo, el que crea la Junta.

Aún en el caso general de que las Juntas hubieran emanado directamente de la población, en la práctica no expresaban las aspiraciones socioeconómicas de las clases populares más desheredadas, sino, como mucho, un mismo o parecido entusiasmo patriótico. Los cambios jerárquicos suponen, en la mayor parte de los casos, factores de estabilidad y de permanencia, y existe un explicable interés en dirigir y dominar un movimiento que, junto a otros razonables y dignos objetivos, van a intentar impedir la aplicación de ciertas "medidas revolucionarias", tales como la imposición de mayores contribuciones a los estamentos privilegiados. Sobre todo en las Juntas Regionales va a ser prácticamente nula la posibilidad de que formen parte de ellas un trabajador que tuviera representación local. Y en la Central, según Aymes, de los 35 miembros que la componían la mayoría son nobles y el Tercer Estado solo cuenta con tres representantes.

Los acontecimientos de mayo cuya difusión da lugar a la inquietud primero, indignación, levantamiento y formación de las Juntas después, se conoce en Galicia el día 10 a través de los emisarios que la Junta del Principado de Asturias había enviado.

Parece que a Vilagarcía le cabe el honor de haber sido, el 12 de mayo, el primer pueblo en tomar la iniciativa de la sublevación liderada por el que sería Ministro de Hacienda con Fernando VII, D. Luis López Ballesteros (de tendencia, pues, absolutista), después de la convocatoria pública que el Ayuntamiento hizo en la plaza del Mercado y a la que asistieron, además de los vecinos de la villa, los de las parroquias de su jurisdicción con sus respectivos párrocos al frente, y un capitán de navío; se dispararon unos simbólicos cañonazos en señal de declaración de guerra a los franceses, se dieron vivas a Fernando VII y se inició el alistamiento de voluntarios.

A partir de este momento el alzamiento se propaga por toda Galicia y empiezan a surgir Juntas por doquier. El movimiento no parece que fuera muy violento, (sólo hubo que lamentar que se sepa el asesinato del Regidor de Ourense que fue muerto por un hidalgo de un pistoletazo por considerarlo afrancesado) pero sí fue muy general, localizándose no sólo en las principales parroquias, como en Lobeira (en la comarca de la Baixa Limia) cuya Junta presidía el Obispo Quevedo, o en Corcubión, presidida por D. Bartolomé Fco. Porrúa, el más antiguo regidor que administraba justicia, compuesta por 9 miembros más, entre los que se contaban dos regidores, D. Juan María Casal, juez de Finisterre, y D. Juan Antonio Porrúa, alcalde de Cée, así como el vecino de este último lugar D. Pedro Díaz; esta Junta envió como emisario al Marqués de La Romana a D. Vicente Aldao, abad de Santa María de Salto.

(*) Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Vigo y director de la UNED

Compartir el artículo

stats