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Un poeta para inmensas minorías

Existen dos libros de Ediciones Júcar, ya descatalogados, en los que acaso por vez primera se publicaron en España las traducciones al castellano de las canciones iniciáticas de la trayectoria de Bob Dylan. Ambos datan de principios y mediados de la década de los 70. En ninguno de los dos se hace justicia a la calidad poética de los textos; se trata más bien de traducciones literales, y sin embargo se intuye una carga literaria que va más allá de la habitual letrística de los cantautores al uso, casi siempre al servicio de los efectos colaterales, no siempre beneficiosos, del estribillo necesario y la rima simplificada, algo que en raras ocasiones ocurre en las mejores canciones de Dylan.

Es sabido que Dylan empezó de niño escribiendo poemas pero, entre su fascinado descubrimiento de Woody Guthrie y la efervescencia, primero de la Protest Song y el folk americano (el negro Blues y el blanco Country & Western) e inmediatamente después, del rock puro y duro, se percató de que su marco de actuación no era, precisamente, el de una librería en el acto de presentación de un poemario con no más de una docena de personas entre el público, sino el de un auditorio con cien, doscientos, trescientos?.bueno, a ser posible, con miles de almas entregadas que llegan con las canciones aprendidas al pie de las letras.

La electrificación de Dylan, calificada de alta traición entre los devotos de la canción protesta de la época, no fue sino la consecuencia lógica de quien, siendo poeta, quería llegar a unos ámbitos a los que la poesía no alcanzaba.Es, simplificando, como cuando uno escribe un libro con el propósito de que lo compren no ya solo quienes habitualmente leen, sino también quienes jamás han comprado libros.

Bob Dylan. //FDV

Tuve la oportunidad de asistir a dos de los conciertos de Bob Dylan en Galicia, el del pabellón do Sar en Santiago, y el del Ifevi en Vigo. Seré sincero: como periodista, me decepcionó en ambos. Pero, como fan, aumentó mi devoción a términos absolutos. Y, claro, pequé en las crónicas: escribí más como fan que como periodista y obvié que el sonido estaba fatal, que apenas tuvo un detalle para con su público o que en las recreaciones habituales de sus clásicos, más que deconstruir lo que hacía era directamente destrozar. Como si Velázquez se acercase a Las Meninas y le arrojase un bote de pintura, vaya. Pero, por otro lado, ¿quién puede negarle a un autor que haga lo que le dé la gana con su propia obra?

Tiempo ha que dejé de explicar y explicarme a Dylan, porque él es el primero en negar explicaciones. Que haya sido premiado con el Nobel de literatura es una gran noticia para la música y, sobre todo, para eso que se llama canción de autor. Porque aunque bien cierto sea que, como le escuché decir a Aute, algunos cantautores pueden ser capaces de escribir poemas, incluso de editar poemarios, la poesía no es solo eso, no solo se escribe, se canta y se edita, también se hace. Dylan es de los que hacen Poesía.

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