Cuando la burbuja inmobiliaria aguantaba estoicamente el ilógico crecimiento de su volumen, una profusión de grúas formaba parte del paisaje urbanístico de la ciudad. La inevitable explosión se llevó muchas cosas y, entre ellas, aquella pléyade de grúas que daba fe de una desenfrenada actividad constructora.

Ahora, cuando es difícil ver alguna grúa porque tal actividad está prácticamente paralizada, paradójicamente surge un puñado de significativas obras. Sin pretender restar importancia al nuevo edificio que albergará a la Tesorería General de la Seguridad Social en la antigua Metalúrgica, ni al que acogerá la sede de la Universidad en el viejo Berbés, quiero resaltar dos retos arquitectónicos de distinta envergadura pero de gran calado e impacto popular la reforma de Balaídos y, sobre todo, la remodelación del entrañable Pirulí y su zona urbana.

Balaídos es casi sinónimo de Celta y como Celta es tuétano del sentimiento vigués, esperamos afanosamente la culminación de las obras que nos ofrecerán un nuevo y magnífico estadio, con un ropaje exterior cuyo colorido acrecentará su condición de celtista.

Y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, señalemos la preocupación por la más que probable venta del club a un inversor chino, que no vendrá de hada madrina y tratará de sacar rentabilidad a su inversión. ¿Podría mantenerse el ancestral y profundo sentimiento celtista? Ese sentimiento que empujó a muchos aficionados a suscribir acciones para salvar la peligrosísima situación del club y que ahora observan, con evidente disgusto, que mientras el accionista mayoritario haría un pingüe negocio, su aportación se devaluaría aún más. La compra el 51% del capital social por un puñado de euros es casi equivalente a lo que por el 49% desembolsaron los quijotescos minoritarios. Sería ético y de buen gusto que se adquiriesen esos pequeños paquetes de acciones por un precio moderado que en el torrente de millones de que se habla representarían una simple calderilla. La conciencia puede manifestar reproches.

La remodelación del emblemático Pirulí para acoger la Ciudad de la Justicia revolucionará toda una zona en el centro de la ciudad, con un alabado proyecto del arquitecto Sr. Penela que, como de costumbre, ganó el concurso y que, además de la felicitación, merece el agradecimiento por su preclara aportación.

Liberar al Pirulí del corsé con el que fueron ciñéndole las construcciones anexas, será un regalo para la vista, al poder contemplar desde la nueva plaza toda la esbeltez del icónico edificio del que solíamos presumir. El acierto en la solución que se nos ofrece, avalado por la unanimidad del tribunal, no admite dudas; opinión que para los profanos viene ratificada por la profusión de concursos ganados por D. Alfonso Penela.

Vamos a asistir, pues, al resurgimiento del ave fénix, que en este caso adopta el formato de un rascacielos y generosamente incluye en su resurgir a una amplia y céntrica zona. Hecho doblemente valorable porque la zona languidecía e incluso, en sus aledaños, ya se empadronaron colectivos de ratas, en armonía con la maleza que amenaza a casas particulares.

Estos proyectos en marcha producen gran satisfacción, acrisolada por el entendimiento de las administraciones implicadas, aunque en el caso de Balaídos todavía hay alguna reticencia entre Concello y Zona Franca. Hagamos votos para que se limen estas diferencias y que al ritmo adecuado continúen las obras cumpliendo los plazos previstos, para dar total carta de naturaleza dos retos arquitectónicos de distinto calibre, pero de provechosos resultados y fuerte impacto popular. Enhorabuena Vigo.