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Cien líneas

¡A vivir!

Según unos científicos de Nueva York, la esperanza de vida de los seres humanos se sitúa en 122 años y punto. Nunca será superada. ¡Qué sabrán!

El estudio se ha hecho según el cuento de la vieja -método muy propio para la ocasión- o, dicho más finamente, con análisis estadísticos. Disculpen mi sonora carcajada.

El mito del barco de Teseo viene muy bien para la ocasión. Zarpa intrépido, rompe el palo mayor y lo cambia, sustituye las cuadernas podridas, renueva la quilla y así todo lo demás de forma que cuando regresa a puerto, cinco años después, ni una sola pieza corresponde al original. La pregunta es ¿sigue siendo el barco de Teseo?

Nos ocurre lo mismo. Tras siete años la mayoría de nuestras células ha sido repuesta. Atención, estamos formados por 70 billones de maravillosas celdillas. Cabría pensar que cada individuo se vuelve otro a los siete años. Pero no.

En todo caso, lo que cuenta para este asunto, es la sustitución artificial de las células que dejan de reproducirse. Está a una generación vista. La esperanza de vida pronto será infinita... salvo que te pase el AVE por encima, claro.

Tendemos a la inmortalidad. Y Teseo lleva siglos explicando que los problemas de identidad se resuelven en la práctica. César Iglesias, en su recientísimo y excelente poemario "Lengua del duelo" anota: "Ladran perros oscuros / y hay ancianos que calman / su sueño con vino y bicarbonato". Pues ya no. ¡A vivir que son mil años! O más.

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