Alejandro Magno pasará a la historia como uno de los hombres más importantes. Alejandro, hijo de Felipo allí en el s. IV A.C., tuvo un preceptor y maestro excepcional: Aristóteles.

Cuando se refería a él decía: yo debo a mis padres mi nacimiento y mi cuerpo, pero la formación de mi alma se la debo a Aristóteles, que me enseñó a llenarla de principios y valores.

Alejandro tuvo el sobrenombre de Magno, porque aparte de ser un gran estratega y gran guerrero cuidó muy bien a sus generales y a su tropa. Se cuenta que terminada una de sus muchas batallas, en la que todos estaban sedientos y agotados, un soldado encontró en una cueva un poco de agua y se la trajo a Alejandro para que la bebiera. Él preguntó si había más para la tropa; le dijeron que solo había aquella poca. Al no haber agua para todos, la tiró sobre la tropa y no la bebió.

Cuando estaba en el lecho de muerte fuera de su Macedonia llegaron sus parientes para que le dijesen dónde estaban sus tesoros. Alejandro, moribundo, contestó: mi tesoro son mis amigos, dirigiendo su mirada a sus generales y a los jefes de su ejército. Alejandro, siendo el hombre más poderoso de aquella época, no había almacenado ni dinero, ni joyas, ni tesoros.

Qué bien nos vienen estas enseñanzas en estos tiempos de elecciones, en los que debemos elegir a los partidos de los cuales saldrá el gobierno.

Los valores siempre han sido importantes para salir airosos de la lucha por situarse bien en la sociedad, pero yo creo que los valores son imprescindibles para lo más importante, que es el verse a uno mismo con dignidad.

La sociedad en 30 y no digamos en 50 años ha sufrido una gran transformación y estamos en un entorno muy distinto.

Nuestro grado de bienestar material en España ha mejorado mucho; ahora casi todo el mundo come caliente, cosa que en los años de la posguerra de nuestra Guerra Civil no era cierto. Pero ahora muchos problemas de valores y de convivencia nacen de que hace 50 años lo normal era tener familia numerosa de unos cinco hijos. Ahora, lo normal, es tener uno o dos hijos. Trabajan los dos y deciden no tener más para poder darles una mejor educación. Esto es una gran falacia, pues el hijo único se convierte en un gran tirano del hogar.

La felicidad del hogar no consiste en tener mejor coche ni mejor casa, sino en el amor. Cuando un niño crece tiene que aprender pronto esas virtudes esenciales para la vida, como la generosidad, el compartir aquello que nos gusta y que no hay para todos. El trabajo en equipo de la familia y la convivencia debe de vivirse desde muy pequeños con tus hermanos, que normalmente son muy críticos, pero esto hace mejorar el carácter.

La familia es sin lugar a duda la mejor escuela de formación para los niños, y cuando en una familia hay ausencias, porque trabajan los padres, es fundamental que la escuela supla esta formación de las virtudes humanas que antiguamente se aprendían en el seno familiar.

No olvidemos que un país es lo que son sus gentes. Vemos países que lo tienen todo y no van adelante. Se debe de fomentar la valentía y la capacidad de riesgo. Necesitamos investigadores, emprendedores para poder resolver el problema del paro y mejorar la calidad de vida. Solo con un pueblo sobrio, trabajador y con capacidad de riesgo se conquistan nuevas metas de bienestar y felicidad.

Miembro del Club 55