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José Manuel Ponte

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José Manuel Ponte

El Celta y el Celeste Imperio

Al margen de la espesa contaminación política, la noticia sensacional de la semana es la negociación para la venta del Celta de Vigo a un grupo inversor chino por un precio que podría oscilar entre los 100 y los 120 millones de euros, según lo que se publica en algunos medios.

Al cabo de unos años de una gestión eficaz por parte del consejo de administración que preside don Carlos Mouriño, las cuentas del club estaban prácticamente saneadas por lo que el beneficio para el principal accionista (52,2%, según la última auditoría) se presume sustancioso (algunas fuentes lo cifran en algo más de 80 millones de euros).

Las negociaciones entre el holding chino, participado por el Estado, y el hasta ahora presidente del Celta se realizaron discretamente y de manera que cuando la operación en curso llega al conocimiento de la opinión pública solo falta por ultimar algunos flecos antes de proceder a la firma del preacuerdo de compraventa.

Ningún personaje del mundo de la política y de las finanzas vinculado al área sentimental del celtismo manifestó mayor interés en igualar la oferta de los chinos y el veterano club vigués, que habían fundado en 1923 Manuel de Castro (Handicap) y Juan Baliño, pasará a engrosar la lista de equipos españoles con capital asiático, junto con el Atlético de Madrid, el Valencia, el Granada, el Espanyol y algunos más que siento no recordar.

Al decir de algunos observadores, la operación se inscribe dentro de un ambicioso plan del gobierno del Partido Comunista Chino para popularizar y extender la práctica del fútbol (se han abierto 80.000 escuelas infantiles), y el objetivo principal es conquistar dentro de unos años el Campeonato del Mundo de selecciones nacionales.

Para ello, hay que captar, a precios fabulosos, a los grandes talentos del fútbol mundial entre entrenadores y jugadores (recuérdese al respecto que Camacho fue contratado hace unos pocos años como seleccionador nacional chino) y disponer de clubes en el extranjero (uno de ellos podría ser el Celta) para formar allí a las mejores promesas. Los aficionados celtistas desconfían de que personajes exóticos sepan dirigir una empresa que es ante todo un sentimiento mezclado de tribalismo y religiosidad, y a través de las peñas han dirigido un escrito a los todavía directivos del club protestando de que se les trate "como mercancía". Algunas de esas peñas (Preferencia Celeste, Lío en Río, Tropas de Breogán, Fortuna Celeste, etc.) tienen hermosos nombres y seguramente hermosos propósitos pero desgraciadamente no disponen del dinero necesario para defenderlos del acoso del capital, y menos aún si ese capital está dirigido en última instancia por el Partido Comunista Chino que tiene ideas propias sobre la dirección que debe de tomar la globalización económica.

Si don Álvaro Cunqueiro estuviese en el mundo seguramente escribiría un delicioso artículo sobre la Fortuna Celeste, el Celeste Imperio en su versión maoísta, la Guerra del Opio y el Tratado de Nanking. ¿Quién nos iba a decir que descendientes del Celeste Imperio vendrían a comprar el Celta de Vigo?

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