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De vuelta y media

El edificio de Varela

Levantado junto a la Capilla de las Ánimas por un comerciante leonés a finales del siglo XIX, acogía un gran bazar que por Reyes se convertía en la mejor juguetería

El cierre de Varela en su postrera ubicación de la calle Don Gonzalo, frente por frente de su magnífico edificio matriz que ahora comparten el Mercantil y el Bunger King, pone el punto y final a uno de los comercios más antiguos, emblemáticos y populares de esta ciudad. Ciento cuarenta y un años y cuatro generaciones conforman su gran historia.

El nacimiento del edificio de Varela entroncó con la desaparición en su mismo lugar del noble Hospital de San Juan de Dios. Su demolición inexorable por el contratista Laureano Poza en pleno verano de 1896 se acometió en tiempo récord a causa de la grave amenaza que suponía su estado ruinoso.

Aquellas prisas le valieron algunas críticas injustificadas al alcalde en funciones, Aquilino García Estévez. El edil no hizo otra cosa que ejecutar diligentemente una orden apremiante del gobernador civil, Augusto González Besada, después del traslado provisional de los enfermos internados al Grupo Escolar de las Palmeras.

El Ayuntamiento anunció la subasta del solar resultante y procedió a su adjudicación entre diciembre de 1896 y enero de 1897.

Saturnino Varela, un comerciante leonés establecido en esta capital pocos años antes, se presentó como único licitador y se quedó con un terreno estimado en 288 metros cuadrados por 14.688 pesetas, a razón de 51 pesetas el metro cuadrado. El síndico Juan Manuel Rodríguez de Cea le otorgó poco después la escritura correspondiente sin mediar reclamación alguna.

Ahí no acabó, sin embargo, aquella operación de compra-venta, porque días más tarde se comprobó que el solar estaba mal medido y tenía algunos metros más. De modo que el Ayuntamiento condicionó el permiso de construcción al previo abono de la diferencia adeudada. Don Saturnino pagó la reclamación sin rechistar y el edificio comenzó a levantarse en primavera del mismo año 1897. Su configuración arquitectónica respondió al gusto de la época, por su carácter ecléctico e inequívocamente afrancesado.

La Capilla de las Ánimas constituye hoy el único vestigio de la anterior ocupación del lugar donde Varela construyó su emblemático gran bazar. Los vecinos solicitaron entonces una autorización municipal para reconstruir por su cuenta la pequeña capilla y no perder su memoria histórica.

A caballo entre los siglo XIX y XX, Saturnino Varela abrió las puertas de sus grandes almacenes y enseguida demostró su buen olfato para la gestión comercial, una cualidad que transmitió a sus hijos Rafael y Celso.

Además de la ferretería más completa de la ciudad, Varela fue también quincallería, cristalería, armería, mueblería, escribanía y hasta dispuso del primer despacho de lotería nacional que hubo en Pontevedra, regentado por Joaquín Buceta Solla. Los pisos se emplearon para almacenar su extensa mercancía, con excepción del bajo cubierta. Allí vivió don Saturnino, luego su hijo Rafael y más tarde otros miembros de la saga familiar.

Varela presumió de mano de santo, porque en menos de tres años aquella administración vendió en tres ocasiones el premio gordo, entre 1900 y 1903.

Tras el fallecimiento del fundador, el comercio pasó a nombre de Viuda e Hijos de Saturnino Varela. Al morir la madre hubo sus más y sus menos con el reparto de la herencia; cosas de familia que caen en el ámbito de lo privado. Lo único que interesa saber aquí es que Rafael Varela Feijóo se puso al frente de la ferretería, y posteriormente siguieron con el negocio familiar sus hijos Rafael, Antonio, Luís y Gonzalo.

Celso Varela Feijóo, otro hijo de don Saturnino, estableció por su cuenta mucho antes una droguería a escasos metros del edificio de referencia, que su hijo amplió a farmacia con el mismo nombre en la calle Fernández Villaverde, donde todavía hoy siguen abiertas y regentadas por su nieto Jorge.

Ambos hermanos, Rafael y Celso, participaron muy activamente en la vida pontevedresa, donde adquirieron una notable relevancia social. Celso fue el primer presidente del Mercantil, cargo que pocos años después ocupó su hermano. Pero Rafael fue además presidente del Casino en dos ocasiones, así como concejal del Ayuntamiento.

La hermana de ambos, María Varela Feijóo, casada con Leandro Olmedo (de los Olmedo de toda la vida, que murió pronto en un accidente de tráfico), se quedó con la sucursal abierta por don Saturnino en la calle del Príncipe, en Vigo. Más tarde, sus hijos (los Varela Olmedo: ¡menuda unión comercial!) continuaron con aquel negocio familiar.

Al igual que hacían entonces otros comercios, Varela sufría en Navidades una completa transformación para convertirse en un gran juguetería, la juguetería más popular de la ciudad, con permiso del Gran Garaje, Viñas y otras. Varela fue durante muchos años el proveedor inagotable de los Reyes Magos en su versión pontevedresa.

Ante el escaparate gigante que abría la calle Don Gonzalo por su margen izquierdo, cuyo hueco ya no existe en su configuración actual, hacía las delicias de niños y mayores, año tras año. Los chavales pugnaban por conseguir la mayor cercanía ante su espectacular cristalera y allí permanecían largo rato entre alborozados y extasiados, soñando con uno de aquellos magníficos trenes eléctricos que luego nunca llegaban.

Probablemente aquel escaparate resulta hoy el recuerdo más compartido de Varela en la memoria viva de esta ciudad por parte de varias generaciones.

El edificio de Varela pasó en 1990 a propiedad de la Caja Postal para convertirse en el buque insignia de Argentaria. La entidad bancaria invirtió un total de 400 millones de pesetas en su compra y restauración por la constructora José Malvar. Por medio anduvo Ángel Caruncho Amor, que conoce bien todos los detalles de la compra-venta y de lo que pasó y no pasó luego. Esa es otra historia.

Por razones más políticas que económicas que no vienen al caso, aquel proyecto de altos vuelos no salió bien y el edificio acabó a manos del Casino Mercantil e Industrial, que hizo sin duda una buena inversión.

Rafael Varela Feijóo igualmente construyó en 1929 el edificio vecino donde se instaló el negocio familiar durante el último cuarto de siglo tras la venta del inmueble matriz. Este otro edificio de gran porte, aunque menos noble, también se proyectó para uso comercial sobre las viejas casas que ocupaban los números 18 y 20 de la calle Don Gonzalo, y 19 y 21 de la calle San Sebastián, según la numeración de la época.

El gran anuncio sobre la liquidación de todas sus mercancías por jubilación de su actual encargado, Rafael Varela Pedrosa, que estos días lucen los amplios escaparates marca de la casa, corrobora su próximo adiós.

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