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Pedro de Silva

De cabeza a un congreso

En cualquier organización, el problema de las dobles legitimidades sólo lo resuelven los tribunales o las vías de hecho. A una vía de hecho recurrieron en 1974 los renovadores del PSOE del interior, cuando, acaudillados por Felipe González, cambiaron de noche las cerraduras de la sede del PSOE en Toulouse, donde se había atrincherado el que venía siendo su secretario general, Rodolfo Llopis. Bien, no lleguemos ahí, por favor, porque además tendría la simbología -nunca banal- de un cierre del círculo del eterno retorno. Salvo que se formara una gestora por consenso, y puesto que sería excesivo volver a pedir, más de 40 años después, otro arbitraje de la Internacional Socialista, la cuestión sólo la podría dirimir la militancia en un congreso; y esto aunque sea inoportuno en esta coyuntura, haberlo precipitado denote escapismo temerario y celebrarlo ahora conlleve riesgo de fractura.

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