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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La reflexión

A estas alturas, cuando en todos los staffs de los partidos se acepta que alea jacta est pero nadie -ni siquiera los menos beneficiados por los dioses electorales según los oráculos modernos llamados encuestadores- abandonan la esperanza de que aún cambie algo a su favor, quizá quepan un par de reflexiones. Y no para honrar la jornada así bautizada, sino porque sí puede tener sentido meditar no tanto, que también, sobre el hecho mismo de votar, cuanto por su efecto colateral.

Acerca del ejercicio del derecho al sufragio, y ante la amenaza de un aumento considerable de la abstención -por hastío y por desconfianza- es oportuno recordar que no son pocos los que dentro y fuera consideran, y no sin razón, a España en general y a Galicia en particular, como poco maduros para un buen funcionamiento de la democracia. Hay quien lo achaca a un mal casi genético y quien, con más sensatez, recuerda que el sistema vigente tiene aquí apenas cuarenta años y antes hubo periodos breves siempre interrumpidos por asonadas militares, disturbios callejeros de patronales y sindicatos y por supuesto unas cuantas guerras civiles.

En todo caso, aquí la democracia se ha practicado poco, especialmente si se compara con los países del actual entorno, y cuando se ha hecho lo ha sido en general con bastante poca pericia. Con la excepción de los acuerdos de la Moncloa, se ha ido deteriorando a velocidad diferente pero casi de forma constante hasta llegar a donde ahora está.

Todo eso, y la "específica manera de ser" de muchos ha producido multitud de tesis que bajo el paraguas de la libertad y la igualdad sirven sólo de justificación a lo contrario. Se han hecho pactos aberrantes -al menos en opinión de quien esto escribe- y se han explicado siempre, por los firmantes, con argumentos que rechazaban cuando los que acordaban eran otros. Una especie de democracia exprés un tanto risible pero muy extendida.

El último ejemplo, por el momento, es el "invento" de algunos de "apelar a los militantes" como si solo a ellos les correspondiera el derecho a decidir. Y a los votantes de ese mismo partid -que multiplican por mucho el número de los que tienen el carnet de afiliados-, se les margina no sólo de ese derecho sino que a veces se actúa contra el sentido de su voto.

Los últimos modelos de ese psicodélico sistema, convocados por Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y sus "discípulos", entran de lleno en esa democracia aparente que, lejos de "regenerar" la actual, la limitan porque eliminan a gran número de votantes la opción de decidir en la práctica su destino. Y eso necesita una reflexión, sí.

¿O no...?

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