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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

La Historia es una fiesta

Bajo el ancho y un tanto impreciso rótulo de "fiestas medievales", se multiplican por toda España las fiestas dedicadas a recrear con más o menos exactitud algún hecho histórico. Son reinvenciones de la Historia al gusto de cada cual, en la que importa menos el hecho causante que su adobo con pinchos de tortilla, chorizos, cañas y demás ingredientes de la gastronomía festiva.

Un clásico de la especialidad son las fiestas de moros y cristianos, tan populares por la parte de Levante; pero a ellas se han ido uniendo muchas otras en los últimos años. Hay una Noche Templaria que devuelve a Ponferrada al siglo XII, una fiesta de los fueros en Sepúlveda, allá por Segovia; y toda suerte de mercados medievales en Ávila, en Vic, en Puebla de Sanabria o cualquier otro lugar con raíces y una plaza adecuada donde exhibir el género.

En la Baiona de Galicia, por ejemplo, se recrea cada año con una espectacular fiesta-jolgorio la arribada a esa real villa de la carabela de Martín Alonso Pinzón, que el 1 de marzo de 1493 trajo a Europa la noticia del descubrimiento de las Indias. Por la parte de Ourense, en Ribadavia, ha alcanzado también fama la Fiesta de la Historia que conmemora el pasado judío de la localidad; y en la vecina O Carballiño honran como es debido por estas fechas a Pepa a Loba, legendaria capitana de bandoleros que a finales del siglo XIX fue el terror de clérigos y caciques.

En esta misma línea existen también fiestas que animan a la rebelión fiscal, como la de los "Exconxuraos" del Concejo asturiano de Llanera, a los que el obispo de Oviedo excomulgó a principios del siglo XV por negarse a pagar sus diezmos y tributos. Lejos de guardarle rencor, los llanerenses han tomado aquel agravio como pretexto para organizar una alegre romería, con justas y desfiles medievales.

Otros retroceden aún más siglos en la Historia para honrar a los mismísimos romanos, por más que en su día fuesen unos imperialistas invasores. Tal es el caso de la Festa do Esquecemento (o del Olvido) con la que en la orensana Xinzo conmemoran el paso del río Limia por Décimo Junio Bruto, el general conquistador de la Gallaecia. O el Arde Lucus que cada año sirve a los vecinos de Lugo para evocar las bacanales y otros hábitos de quienes en el siglo II pusieron muralla y nombre a su ciudad.

También la presencia de figurantes vestidos con el uniforme de la época junto al presidente Carles Puigdemont invita a pensar que la reciente Diada de Cataluña podría encuadrarse dentro de este capítulo de fiestas históricas. Aunque no exactamente medieval, sino de principios del XVIII, la conmemoración alude a cierta pendencia dinástica entre Austrias y Borbones que los nacionalistas interpretan como un acto a favor de la independencia catalana.

Ni siquiera ese añadido político de actualidad impide que la fecha sea una fiesta -y además, multitudinaria- que bien podría equipararse a las anteriormente mentadas. La diferencia, si acaso, consistiría en que nadie le reprocha sus andanzas históricas a los romanos, al marino Pinzón, al obispo de Oviedo ni a los judíos de Ribadavia, que son simple pretexto para organizar un buen banquete.

Igual no es bueno confundir la realidad con la ficción ni tomarse demasiado en serio el pasado como fundamento del presente. Mejor que la Historia sea mero motivo de fiesta, como así lo han entendido la mayoría de los nuevos feriantes medievales.

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

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