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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El cónclave

A estas alturas, y con todo lo que ha ocurrido en los últimos meses -y lo que aún podría suceder-, no parece que el cónclave gallego del PP vaya a ofrecer novedades. Aparte de la de que se celebra en la carballeira de San Xusto, tras el veto de la nueva Diputación a que repitiese en Soutomaior. Es cierto que hay quien espera que Mariano Rajoy "cuente algo" sobre el futuro inmediato, pero es improbable salvo retórica corriente.

Y, sin embargo, -en versión adaptada de lo que dijo Galileo a sus jueces- sería ocasión propicia para que el presidente en funciones eliminase algunas incógnitas acerca del calendario que maneja más allá de la previsible investidura fallida. Y de la gran importancia que las elecciones del 25/S en Galicia pueden tener, junto a las de Euskadi -como aquí se dijo hace poco-, para la gobernabilidad de España. Será de las pocas veces que algo así se vea.

Aunque las apuestas apuntan a que don Mariano se remitirá, en la pre/apertura de campaña, a las arengas de rigor y punto, es posible que resulten oportunas algunas observaciones. Formuladas a partir de la idea de que la repercusión de los datos gallegos sólo se produciría desde dos supuestos: un descalabro tal del PSOE que fuerce a Ferraz a negociar su abstención y, otro, un ascenso del PP que haga inevitable ese cambio de estrategia socialista.

De ambos, sólo el segundo atañe directamente al PPdeG, aunque la propia actuación del PSdeG hace que el primero también pueda darse. Pero para que la candidatura del señor Núñez Feijóo alcance el éxito que busca habrá de cumplir varias condiciones. La primera y quizá principal, rebajar el grado de euforia que muestra la cúspide Popular ante las encuestas y la muy mala situación de sus adversarios.

Se sitúa esa opción en cabeza de prioridades porque existe el riesgo para los actuales gobernantes de que parte de sus seguidores se confíen tanto que, en lugar de acudir a las urnas, se queden en casa por entender que el triunfo está asegurado y su presencia no será necesaria. Y como político prevenido vale por dos, más le vale a don Alberto movilizar a sus mesnadas, sacarlas a la calle -en el mejor sentido del término- y que pidan el voto casa por casa si menester fuere.

Claro que a su señoría no le bastará con eso. Habrá de convencer a los indecisos de que los defectos o errores de otros no le son imputables y, desde luego, también de que Galicia es, ahora y en un futuro próximo, su única apuesta. Y eso, para evitar que sus rivales insistan en la baza que él mismo les dio cuando condicionó su continuidad a los resultados. Pero en todo caso, ha de tener claro que rectificar es de sabios.

¿No...?

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