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Profesor de Sociología en la Universidad de Vigo

Descansos necesarios y merecidos

Dicen las malas lenguas que en España trabajamos menos que nuestros vecinos del norte de Europa. Los datos -si tenemos en cuenta el número de horas trabajadas al año- dicen lo contrario. Nos movemos a un muy digno nivel europeo e incluso trabajamos algunas horas más que algunos países a los que tenemos como ejemplo de laboriosidad. Otra cosa es la productividad de nuestro trabajo. Cada vez más, son los objetivos logrados (la producción y no el tiempo empleado) lo que se renumera. Algo asociado a la sociedad postindustrial y al empleo de nuevas tecnologías de la información, que hacen que muchos trabajos ya no tengan que estar confinados a unos espacios y unos tiempos concretos.

La sociedad industrial trajo consigo el salario por horas, asociado al trabajo en las fábricas, siempre tutelado por el reloj. Las vacaciones y la jornada laboral máxima se consideraron un derecho laboral unas cuantas décadas después. Los trabajadores necesitaban tiempo propio para otras cosas (entre ellas el pluriempleo). Y con el tiempo y el crecimiento económico, ocio y tiempo libre se convirtieron en un sector tanto o más pujante que la industria. Así pues, además de un derecho laboral, las vacaciones se convirtieron en un motor más de la economía.

El calendario está salpicado de 'puentes' y festivos cada vez más asociados al consumo en general. Son tan necesarios para los trabajadores como para los empresarios. Otra cuestión es que su disposición sea tan arbitraria que afecte al rendimiento de todos. Quizás habría que organizar mejor este tiempo para el ocio. Y cada vez hay más gente que reparte sus vacaciones y no las concentra sólo en verano. Y gente que no tiene una jornada laboral que se concrete en un tiempo y un espacio y que trabaja desde su casa. Esto tendría futuro si no fuera porque hay todavía mucha más gente que no tiene vacaciones, porque ni siquiera tiene un empleo que se lo permita. Por no hablar del reparto de género en las tareas domésticas, que convierte a las mujeres en casi las únicas responsables de la conciliación de la vida laboral y familiar.

Todos habremos oído decir (o habremos dicho) aquella frase tan repetida como la canción del verano: "Yo, es que nunca tengo vacaciones". Evidentemente nuestras cuentas sobre reparto de horas de trabajo y ocio no tienen mucho sentido mientras se dé esta situación. Y uno tiende a pensar (cuando el ocio se lo permite) que si no se reorganiza de manera radical nuestra manera de producir y consumir (y de vivir, al fin y al cabo), todo ajuste formará parte del problema en vez de solucionarlo. A los que tienen un trabajo, les deseo un feliz retorno al mismo. Las vacaciones serán necesarias y hasta merecidas, pero trabajar a gusto y en buenas condiciones es igual de importante. Eso lo saben muy bien nuestros vecinos del norte. Y así les va.

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