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Joaquín Rábago.

¡Deseémosles suerte!

"KiK" ('Kunde ist König': El cliente es rey, en alemán). Así se llama una empresa germana de ropa de confección barata. Y, como otras muchas del sector, para vender a esos precios y obtener pingües beneficios, necesita trabajadores que cumplan largas jornadas y ganen una miseria.

Uno de esos trabajadores era el paquistaní Mohammed Hanif, empleado de una fábrica de Karachi en la que se produjo hace cuatro años un incendio que costó la vida a 260 de sus compañeros, dedicados como él a la costura.

Es hasta ahora la peor desgracia de ese tipo en la historia de Pakistán, donde, al igual que en otros países asiáticos, hay fábricas que trabajan con mano de obra en condiciones de casi esclavitud para empresas extranjeras como KiK, que puede así vender vaqueros a 9,99 euros y camisetas a 2,99.

Con su sede central en una pequeña localidad de la cuenca del Ruhr alemana y 3.000 sucursales en Europa, KiK no fabrica ella misma sus pantalones sino que los encarga a la paquistaní Ali Enterprises, de la que era a su vez el principal cliente.

Sus portavoces insisten en que Ali Enterprises es una empresa "autónoma tanto desde el punto de vista legal como del económico" y que, aunque es de lamentar la pérdida de tantas vidas humanas, KiK no tiene nada que ver con la tragedia.

En palabras de una portavoz, recogidas por la prensa germana: "Cuando alguien es cliente de una panadería, y un día se produce allí un incendio, nadie le considerará corresponsable".

No lo ve así, sin embargo, su extrabajador Mohammed Hanif, quien, junto a dos padres que perdieron a sus hijos en aquel fuego y otra mujer, que se quedó sin su único hijo, han presentado una querella ante un tribunal alemán, el de Dortmund, y exigen a KiK una indemnización de 30.000 euros por persona.

Si se produjeron tantas víctimas en el incendio de Karachi es porque muchas ventanas de la fábrica estaban enrejadas como las de una cárcel, las salidas de urgencia estaban al parecer cerradas y no se habían adoptado las necesarias medidas contra incendios, todo lo cual lo niega el empleador paquistaní..

Los familiares de las víctimas, asesorados por sus abogados alemanes, consideran que una empresa extranjera es responsable de vigilar que se cumplen esas medidas en las fábricas con las que trabaja.

Cuando una empresa invierte en un país extranjero y se considera perjudicada por alguna decisión del Gobierno local, por ejemplo en materia de estándares medioambientales, puede recurrir a un tribunal privado.

Tal es el caso de cualquier empresa alemana con intereses en Pakistán, país con el que Alemania firmó en los años cincuenta un tratado sobre protección de inversiones.

Se protegen las inversiones, eso sí, pero no muchas veces a los trabajadores como Mohammed Hanif, que, a diferencia de las empresas, no tienen normalmente posibilidad de recurrir ante una instancia independiente, sobre todo cuando se trata de países corruptos.

Una y otra vez, las organizaciones de derechos humanos han tratado de querellarse contra empresas que han violado sistemáticamente esos derechos para conseguir sus objetivos en lugares donde apenas existe protección legal, y la mayoría de las veces han fracasado en su empeño.

La demanda del paquistaní Hanif contra KiK es una de las pocas que podría prosperar: los supervivientes del incendio han constituido junto a los familiares de los muertos una asociación, que ha elegido a aquél y a otros tres demandantes para que los represente en el juicio.

Y éstos reciben ayuda de organizaciones del Viejo Continente como el Centro Europeo para los Derechos Humanos y Constitucionales, de Merlín, y Medico International, que se encargarán de pagar los costos del proceso.

Se trata de un caso ciertamente inédito pues se juzgará en Alemania según el derecho paquistaní por haberse producido el incendio en suelo de ese país.

El derecho paquistaní se inspira en la "Common Law" británica: el derecho consuetudinario de tradición anglosajona, y los abogados de Hanif han encontrado algunos casos fallados en el Reino Unido que podrían servir de precedente.

La fábrica paquistaní había firmado un código de conducta según el cual el empleador debía velar por "la salud y seguridad" de sus trabajadores, y ahora los abogados tendrán que convencer al juez de la corresponsabilidad de la empresa alemana de que nada de ello se cumpliese. ¡Deseémosles suerte!

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