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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La fiesta

A estas horas, cerrada la romería, pueden abrirse los análisis sobre ese Día de Galicia que ni siquiera logra la aceptación general en su nomenclatura, dato que debería resultar más revelador de lo que se admite. Y que proporciona seguramente la primera pista sólida de lo que hoy en día es: una fiesta, sobre todo y ante todo, en su sentido lúdico y no político, algo que se diluyó poco a poco siguiendo el ritmo del descenso electoral del nacionalismo que intentó monopolizarlo.

El análisis, que responde a una opinión personal desde la objetividad de los datos, puede parecer pesimista y por eso procede formularlo al día siguiente, cuando las susceptibilidades son menores. Y, de paso, puede aceptarse mejor lo que en casi todas partes es una obviedad, pero que aquí hay quien insiste en complicarla: que una fiesta es una fiesta, y añadirle elementos que no son propios suele resultar intento fallido y un mal invento.

Respetando, como siempre, las discrepancias, lo cierto es que este 25 de julio ha demostrado que la decadencia del nacionalismo gallego no es solo electoral, sino de capacidad de convocatoria. Cierto que la multiplicidad de llamamientos debilita a cada uno y a todos en su conjunto, pero habría que reconocer también que algunos ofrecen dudas sobre su origen, y recuerdan más a arengas propias de la lucha de clases que mensajes de conciencia nacional.

Claro que ha habido otro enfoque que contribuyó a restarle fuerza a la idea política de la jornada y se ha repetido desde la otra orilla como antídoto: la disminución de su carácter gallego y el aumento de su proyección estatal hasta convertirla en "fiesta nacional de España". Y cuando perdió esa condición, también se rebajó la propia rebaja que a veces, como en los premios, llega a lo folklórico.

Todo eso, que es opinable, puede llevar a una conclusión razonable: que el Día de Galicia sea lo que es, una fiesta, pero una fiesta mayor, y que si se ha de reivindicar algo, se priorice aquello que pueda ser compartido por la inmensa mayoría del paisanaje. Y no hace falta ser un genio, ni siquiera un político de los que aquí abundan, para determinar qué asunto -o asuntos- pueda ser, necesitando el antiguo Reino tanto como aún necesita.

Sea como fuere, un dato sí ha sido positivo este 25 de Julio, y es que la gente ha vuelto a Galicia como solía en verano, bien como peregrinos o como turistas. Y eso es bueno y demuestra que las cosas mejoran, aunque sea despacio, y reconocerlo no es complicidad con el poder -como la crítica tampoco significa enemistad-, sino una llamada a perseverar en la política que funciona. ¿Verdad...?

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