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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Sobre política y politiquería

La tarea de formar un gobierno grato a los mercados toma velocidad y está dando lugar a sucesos más o menos divertidos. El señor Rajoy se ha levantado de la tumbona, donde los dibujantes lo representan siempre durmiendo la siesta y fumándose un puro, y ha dicho que quiere gobernar (¡como si lo hubiera dejado de hacer en algún momento durante su larga vida política!). Cuanto más pronto mejor, y si es posible en los primeros días de agosto para no fastidiar las vacaciones familiares en Galicia y los saludables paseos por la floresta pontevedresa.

El primer -y exitoso- resultado de esa insólita actividad fue el pacto con Ciudadanos para dominar la Mesa del Congreso, una institución de la que será presidenta Ana Pastor, del círculo íntimo de sus amistades y leal colaboradora en tareas políticas. Con el nombramiento de la señora Pastor, don Mariano tiene garantizado que el ritmo de la actividad parlamentaria, en una legislatura que se prevé complicada, discurra como mejor le convenga y, a ser posible, sin estridencias ni broncas. Porque algunos presidentes del Congreso, que son la tercera autoridad del Estado en orden de importancia, tendieron a labrarse una imagen de pretendida independencia e incurrieron, bastantes veces, en extravagancias o en salidas de tono. Recuérdese, por poner dos ejemplos, las broncas del inefable José Bono a los diputados descorbatados o el sonoro "manda huevos" del no menos inefable Federico Trillo. Algo que, desde luego, no sucederá nunca con doña Ana, según cree su mentor.

El proceso de elección de la Mesa del Congreso permitió comprobar cómo la politiquería domina, tantas veces, sobre la política, y cómo los llamados políticos nuevos tienden a comportarse tal que los antiguos a poco que se les dé la oportunidad. Véase sino el caso de Albert Rivera. El joven político catalán, la gran esperanza blanca de la derecha renovada, fue muy crítico con el señor Rajoy y llegó a condicionar cualquier posible pacto de futuro con el PP a su retirada como candidato a la presidencia del Gobierno. Puros fuegos de artificio. A la hora de la verdad, prestó su apoyo a la candidata a la presidencia del PP para el Congreso, se aseguró dos puestos en la Mesa que no le correspondían por el número de escaños alcanzado, y deja la puerta abierta a futuras colaboraciones en las tareas de gobernación del país, bien formando parte del gabinete (que no parece lo más probable), bien desde fuera para mantener de alguna forma la imagen de fiel de la balanza centrista y liberal, apoyando unas veces a la izquierda y otras a la derecha. El caso es tener las manos libres para pactar.

En un brevísimo plazo de tiempo, Rivera ha pasado de firmar un pacto de investidura con el PSOE de Pedro Sánchez (con un protocolo reservado a los solemnes tratados entre naciones) a un acuerdo con el antes denostado Rajoy, del que todavía no sabemos el alcance. Pero la guinda del pastel la pusieron los partidos nacionalistas vascos y catalanes, que con su abstención propiciaron la elección de Ana Pastor como presidenta del Congreso. Y son justamente esos a quienes el señor Rajoy les negaba el pan y la sal porque querían "romper España".

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