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Océanos de plástico

Maldito sea el momento en el que el mundo comenzó a utilizar las bolsas de plástico para todo. Son bolsas que llegan al mar y se convierten en una seria amenaza no sólo para la biodiversidad sino también para el ser humano que come pescado que, a su vez, ingiere plancton en cuyo organismo existen micropartículas de plástico.

Maldito plástico que, según un reciente informe, se ha convertido en una muy seria amenaza: en 2050 es probable que tengamos más plástico que peces en las aguas marinas.

Como se lo cuento, lector. Y todo ello, a pesar de que son muchas las personas que trabajan para hallar soluciones que permitan la reversión de esta situación, y que van desde un joven holandés que creó una barrera flotante que filtra y recoge el plástico, hasta lo más actual: una bacteria capaz de convertir el plástico en CO2 y agua. El desarrollo de este sistema se debe a dos jóvenes estudiantes: Miranda Wang y Jeanny Yao, que trabajan en él desde sus años escolares y que hoy cuentan ya con dos patentes y el financiamiento inicial para comenzar a desarrollar el producto. Precisan de tecnología que pueda romper el material plástico y, al tiempo, que se vuelva biodegradable. Para ello hay que disolverlo. Una vez logrado, las enzimas lo catalizan, con lo que el plástico se transforma en fracciones sumamente maleables. Esta materia se coloca en una estación biodigestora, donde se composta como si fuesen restos de comida. El proceso dura 24 horas y el material se convierte en agua y CO2.

De la presencia del plástico en la mar no puede culparse exclusivamente a los residentes en tierra. El plástico hace muchos años que también viaja a bordo de todo tipo de embarcaciones, desde el más pequeño bote de remos al más grande de los trasatlánticos.

El plástico se ha hecho indispensable, también, en la vida de los marinos y marineros, de los pasajeros de los mastodónticos buques de crucero que, en la actualidad, comienzan a invadir esos considerados santuarios de la Antártida. Ballenas, delfines y tortugas mueren desde hace años asfixiados por las bolsas o bien porque van a parar a sus estómagos y les impiden comer.

Es momento de decir no al plástico. Empezando por no usarlo a bordo. Contribuirían las gentes de mar a que los océanos pierdan esa mierda eterna de plástico que, tarde o temprano, acabaremos por comer.

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