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Ceferino de Blas.

Entre Ribas y Castelao

El próximo octubre, hace noventa años, Castelao se estrenaba en estas páginas con un chiste bajo el epígrafe de "Cousas da vida". Lo había precedido tres años antes Federico Ribas, que publicó su primera viñeta en un mes de julio. Ambos eran muy populares cuando llegaron al Faro.

Vienen al caso los recuerdos, cuando se celebra una gran exposición sobre el primero en Pontevedra, que ojalá se repitiera sobre el segundo en Vigo.

Federico Ribas y Alfonso Rodríguez Castelao son dos genios del dibujo y la caricatura que representan dos formas de interpretar la vida. El uno desde una perspectiva urbana, el otro en sintonía rural. El vigués, con una visión cosmopolita, el rianxeiro, galleguizando su mensaje.

No es ninguna novedad esta dicotomía en la forma de entender el mundo desde Galicia. Un ejemplo lo aporta la condesa de Pardo Bazán, universalista y viajera, en el polémico discurso fúnebre de Rosalía de Castro. Siendo una poetisa insigne, dijo, era prácticamente ignorada entre la crítica y la literatura nacional, porque se había refugiado en la expresión local, en lengua gallega.

Opinión que desató las iras de Murguía, logicamente, pero también de Curros Enriquez y otros destacados representantes de la cultura regional, que juraron odio eterno a la Bazán.

Son dos formas de entener el comportamiento y la opinión de los gallegos, que están en tensión desde el siglo XIX, en que florecieron los nacionalismos y surgieron las pugnas identitarias.

Ribas y Castelao llenaron estas páginas durante una década, entre el 29 de julio de 1923, cuando Federico Ribas publicó su primera viñeta, titulada "En la playa", y el 9 de abril de 1933, en que Castelao firma su última "cousa da vida".

Nada se ha escrito hasta ahora sobre las causas por las que Ribas y Castelao se demostraron incompatibles en estas páginas, pero lo cierto es que, con excepciones puntuales, cuando aparecían los chistes de Castelao desaparecían los de Ribas.

No hay explicación de por qué el vigués Federico Ribas dejó de colaborar en el periódico de su pueblo, cuanto llegó Castelao, tras cerrar el diario "Galicia", donde dibujaba. Volvió en el periodo en el que Castelao sufrió su problema de visión, que le impidió dibujar, pero tras recuperarse, Ribas se fue definitivamente.

Por lo que cabe deducir que si se presentó una disyuntiva, expresa o tácita, entre ambos artistas, la gente de Faro, desde el director de la época, Manuel Otero Bárcena, al resto de los que tenían relevancia en el periódico -Rodríguez Elías, Blas Agra, Lustres Rivas-, asumieron las interpretaciones ruralistas de los paisanos de Castelao como más representativas para los lectores que las imágenes de la vida matritense de Ribas.

Igual que Ribas se fue sin explicación, también lo hizo Castelao -en su caso se atribuye a discrepancias ideológicas-, por lo que a ambos les une también este pequeño misterio de su marcha del Faro, con el que, sin embargo, siguieron manteniendo una relación amistosa.

A décadas de distancia, ambas concepciones de la vida -cosmopolita y rural- perviven en la comunidad y pugnan por imponerse. Y lo que parecería natural, en estos tiempos, que fuera el estilo universalista, de la aldea global de Federico Ribas, el que se impusiera, en pleno reinado de la comunicación digital, la inmediatez y la globalidad, no está nada claro.

La duda la introducen los universitarios gallegos que se decantan por ser funcionarios, igual que los de la época de Larra, antes que profesionales independientes o emprendedores, como lo son sus colegas de todo el mundo, seguidores de Steve Jobs.

Quizá convendría una relectura sociológica de ambos genios gallegos de la caricatura, el dibujo, y del pensamiento. Pero al margen de interpretaciones, la genialidad de ambos queda patente en que sus viñetas trascienden el tiempo y conservan su vigencia. Siendo dos estilos y dos concepciones tan diferentes.

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