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Triangular en campaña

La utilidad del cálculo trigonométrico como elemento sutil de combate político

El descubrimiento de los beneficios derivados de la triangulación se remonta a la más arcana Antigüedad y en los cuatro milenios transcurridos desde que se ideó este método de cálculo han sido muchas sus aplicaciones. Entre las más recientes figuran el fútbol, el GPS e incluso, como se pone de manifiesto estos días, las campañas electorales.

Triangular es lo que hace el exministro de Exteriores mexicano Jorge Castañeda (2000-2003) en un curioso y bien muñido artículo -que en apariencia sólo versa sobre la corrupción en América Latina- publicado este jueves en un diario español. Castañeda, hijo de un ministro de Exteriores priísta, es hombre de registro amplio. Se forjó en el PC mexicano en los 70 y 80, asesoró más tarde al izquierdista Cuauhtémoc Cárdenas y en 2000 se sumó al equipo del derechista Vicente Fox. Y si su artículo resulta curioso no es, desde luego, por el asunto que anuncia el titular -"Corrupción omnipresente"- sino por la orientación que se le imprime desde su prolijo subtítulo: "Los escándalos políticos son males endémicos en América Latina. Están presentes incluso bajo gobiernos de izquierda, cuyos líderes se vanagloriaban de que nunca incurrirían en las odiosas prácticas de sus verdugos".

Castañeda destaca con toda pertinencia que una de las consecuencias de la actual crisis económica es la "creciente intolerancia" mostrada ante la corrupción por las clases medias latinoamericanas. E incide en que ese despertar de la ciudadanía está siendo utilizado en beneficio propio por la oposición, en un marco general caracterizado por la presencia de "gobiernos de izquierda en buena parte de los países" del continente. Tomando como arranque el acoso judicial a la peronista argentina Cristina Fernández, se detiene con finura analítica en la separación temporal de la lulista Dilma Rousseff de la presidencia brasileña y analiza luego la posibilidad de que el fenómeno alcance a otros países.

Este viaje le conduce, por evidentes razones de actualidad, a Venezuela, que, según escribe, "encierra las paradojas más dramáticas y arrojará los peores ejemplos de corrupción una vez que se sepa lo ocurrido durante el chavismo". A modo de conclusión, y tras conceder a través del caso mexicano que la corrupción no es privativa de la izquierda, Castañeda recuerda que, cuando en los años 80, se hicieron la mayoría de las transiciones democráticas latinoamericanas, se pensó que "los males endémicos de la región comenzarían a desvanecerse en forma automática". No fue así, constata, ya que "la violencia y la desigualdad persisten, aunque hayan disminuido en algunos países". Que no cita. Y prosigue: "La corrupción se encuentra más presente que nunca, incluso bajo Gobiernos conducidos por partidos o líderes de izquierda, que se vanagloriaron de que ellos nunca incurrirían en las odiosas prácticas de sus verdugos o represores: las élites latinoamericanas. Resultó que sí".

Pues bien, ahora triangulen conscientemente, si es que su cerebro no lo ha hecho ya de modo subconsciente, como sin duda persiguen -con legitimidad y tal vez incluso con clarividencia- el autor, el medio que lo publica o ambos. Primer vértice: la izquierda latinoamericana (con su cúspide en las "paradojas más dramáticas" de Venezuela). Segundo vértice: los líderes opositores de izquierda que fustigaron a gobiernos corruptos y se vanagloriaron de que nunca incurrirían en ese mal. ¿Creen que pueden calcular ahora el tercer vértice, el vértice oculto? Pues claro que pueden. Todos podemos.

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