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Luis M. Alonso.

¿Dónde está el rival directo?

Como es natural, entre cuatro candidatos resulta más complicado saber dónde está el rival directo que entre dos. En la tarea de dilucidarlo, el tetrapartidismo agotó ayer la mayor parte de su argumentario en medio de una discusión demasiado estéril para el país y muy poco saludable para la inteligencia.

En los primeros compases del debate, el llamado bloque económico, Sánchez se olvidó de Iglesias para obsesionarse con Rajoy. Al candidato de Unidos Podemos sólo le reprochó que no le hubiese permitido ser presidente del Gobierno en la estrambótica no investidura de marzo. Luego insistió. Lo hizo reiteradamente a izquierda y derecha, hasta el punto que Rajoy llegó a reconvenirle que se preocupara tanto de quién le voto y de quién no, y tan poco del resto de los asuntos que conciernen a los españoles.

Pero ayer no hubo, sin embargo, la acritud del cara a cara del pasado diciembre entre los aspirantes de los dos grandes partidos nacionales. El relevo de Sánchez lo cogió Albert Rivera. El candidato de Ciudadanos lanzó las peores acusaciones contra Rajoy por los casos de corrupción y éste le respondió por ello con mayor dureza que al resto.

El presidente, a su vez, reservó para Sánchez la ironía. A todos los trató con la condescendencia del que ha agotado la legislatura en la Moncloa. "Aquí no se viene a hacer prácticas. Al Gobierno se viene aprendido", les dijo mientras desplegaba una y otra vez las velas de los datos económicos, la quiebra que recibió en herencia de Zapatero, el rescate evitado y los dos millones de empleos que sacó a relucir como promesa de la chistera. Todo ello le permitió resistir y hasta navegar con cierta comodidad. A Iglesias le dedicó simplemente la palabra mágica: Grecia.

Generalmente una discusión entre cuatro resulta en este país aún menos interesante, por lo dispersa, que una entre dos. Si se produce, además, en un contexto tan disparatado como el de ayer, con intervalos cada cuarto de hora para repasar el guion, resulta soporífera. No sé cuántos habrán seguido la sobredimensionada cobertura de las televisiones, en internet o en las redes sociales, pero me temo que las coclusiones extraídas del debate más que despejar dudas lo que han hecho es incrementarlas.

Los anteriores resultados electorales, los sondeos, y la percepción generalizada invitan a creer que ninguna de las coaliciones posibles obtendrá el próximo 26 la mayoría absoluta para gobernar. Habrá que ir pensando, por tanto, en el imposible inmediato y en otras próximas elecciones que ninguno quiere imaginar. Obviamente nadie ha cerrado todavía las puertas a pactos, digámoslo naturales, estableciendo eso que llaman líneas rojas, ni siquiera Rivera con respecto a Rajoy. La pareja mejor avenida entre el candidato de Ciudadanos y Sánchez está condenada al fracaso por razones presumiblemente numéricas. Y queda por ver hasta dónde hay voluntad de entenderse en la izquierda que Iglesias espera liderar a costa del PSOE pero utilizando el lenguaje de engancharlo atrayendo a sus votantes. El rival es una doble asignatura para Sánchez.

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