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Personas, casos y cosas de ayer y de hoy

Quinientos años de Utopia

A lo largo de este año de 2016 coinciden las celebraciones de múltiples aniversarios de insignes personalidades o de sus admirables obras. Tantas que algunas se disipan. Los medios de comunicación se encargan de recordárnoslas a través de reportajes y resúmenes, unas veces inestimables, otras no siempre del todo acertados, cuando no equivocados. La razón de tomar el rábano por las hojas está motivada bien por el mero desconocimiento o por las prisas que exige la información diaria. Muchos oportunistas "expertos" y pseudointelectuales sin lecturas, repiten inmediatamente la información, sin haber leído la biografía o la obra del personaje en cuestión, y deslizan así los mismos despropósitos. Las conmemoraciones no siempre están a la atura cultural seria de los grandes autores a los que se pretende honrar y se reducen a un folclore jocoso. De todas maneras, tales conmemoraciones son una buena manera de honrar a tan preclaras figuras y pueden incitarnos a la mejor manera de reivindicarlas: leer sus libros o contemplar las obras de arte que crearon. Para no reducir mi suelto de hoy a una larga lista de estas efemérides, me limitaré a citar algunos ejemplos. Entre los extranjeros mencionaré a dos. El IV Centenario de la muerte de William Shakespeare (1564-1616), un inglés maestro de la dramaturgia y la poesía universal, y el V Centenario del fallecimiento de Hieronymus van Aken, El Bosco (1450-1516), un holandés enigmático, símbolo de la modernidad y la excelencia en la pintura, del que Felipe II dijo que "si los demás pintaban a los hombres como querían ser, El Bosco los pintaba como eran". Entre los españoles recordaré a otros dos muy ligados a Galicia. El IV Centenario de la muerte de Miguel de Cervantes (1547-1616), el alcalaíno genial autor de Don Quijote de la Mancha, que tuvo como mecenas a un gallego, Pedro Fernández de Castro, Conde de Lemos y que fue el destinatario de su última carta: "Puesto ya el pie en el estribo, / con las ansias de la muerte, / gran señor, ésta te escribo." Y el I Centenario del nacimiento de Camilo José Cela (1916-2002), un padronés que alcanzó el Premio Nobel de Literatura, cuya edición en gallego de La familia de Pascual Duarte fue prologada por Ramón Otero Pedrayo, traducida por Vicente Risco e impresa en los talleres gráficos de FARO DE VIGO (A familia de Pascual Duarte. Vigo, 1962).

Y disperso entre un número tan elevado e importante de aniversarios no podía quedar relegado para nadie, y menos para este escribidor circunstancial que es ante todo médico, el V Centenario del libro Utopia, escrito por Tomás Moro y publicado en Lovaina en 1516. Al referirme a la relevancia especial que tiene para un médico lo afirmo por la especial dedicación que esta obra da a la salud a través de medidas preventivas. Sin embargo, es justo que reconozca que el recuerdo de esta efeméride me vino de la mano del doctor Phil Withington, de la Universidad de Sheffield, autor de Utopia, health, and happiness (The Lacet. 2016; 387: 2084-2085), editorial que analicé con atención y que, a su vez, me llevó a la relectura de Utopia.

Thomas More, más conocido en España por su nombre castellanizado, Tomás Moro, nominado en latín como Thomas Morus y venerado por los católicos como Santo Tomás Moro (Londres 1478-1536) fue abogado, teólogo, político, humanista, traductor y escritor. Estudió literatura, filosofía y leyes en la Universidad de Oxford y formó parte de todos los círculos de humanistas de su época. Desempeñó los cargos de profesor de leyes, juez de negocios civiles, miembro del Parlamento (1501), embajador en los Países Bajos (1515), miembro del Consejo Privado (1517) y lord canciller de Enrique VIII (1529). Mientras le fue posible apoyó al rey a mantener la unidad de la Iglesia católica y fustigó con energía a la Reforma Protestante mediante libros de divulgación contra Lutero y Tyndale. Sin embargo, cuando Enrique VIII anuló su matrimonio con Catalina de Aragón y rompió con el Papado, se negó a prestar juramento antipapista, reconocer al rey como cabeza de la nueva iglesia y aceptar como legítimo el nuevo matrimonio del monarca con Ana Bolena. Por todo ello, en 1535 recibió condena de muerte y fue decapitado. Su cabeza fue escaldada, clavada en un palo y exhibida en el puente de Londres. Después pudo ser recuperada por su hija Margarita, que la sepultó en San Dunstand, hoy día iglesia protestante. Su cuerpo decapitado fue enterrado primero en la Torre de Londres y posteriormente fue arrojado a una fosa común. En 1935 fue canonizado por la Iglesia católica, quién lo considera santo y mártir y en 1980, la Iglesia anglicana lo acreditó también como mártir y lo incluyó en su santoral.

La obra más relevante de Moro como pensador político, fue Utopia cuyo nombre original es Libellus. De optimo reipublicae statu, deque nova insula Vtopiae (en español, Libro Del estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía), escrita en latín en su primera edición de 1516, al igual que las siguientes ediciones, todas ellas dirigidas a un público culto. Sin embargo, el libro se convertiría en un éxito popular y repentino, siendo traducido primero al alemán y después sucesivamente a otros idiomas. En 1635 Francisco de Quevedo tradujo al español un fragmento de Utopia en su obra política Carta a Luis XIII, con tanta fortuna que en el mismo año alcanzó las siete ediciones. Dos años más tarde, en 1637, apareció la primera versión parcial española de Utopia, traducida por Jerónimo Antonio de Medinilla, a la que, según versión del propio Quevedo, le faltaba el libro I entero. No hay duda de que Quevedo había leído la obra de Tomás Moro pues se conserva el ejemplar que, con su firma y notas y subrayados personales tenía en su biblioteca de la Torre de Juan Abad, hoy depositado en la Biblioteca Nacional (lean a Francisco López Estrada en Quevedo y la "Utopia" de Tomás Moro. AIH. Actas, 1965).

Utopia consta de dos partes. La primera es un diálogo que gira principalmente en torno a cuestiones filosóficas, políticas y económicas contemporáneas al autor. La segunda parte es la narración que uno de los personajes del diálogo realiza de la isla de Utopía.

Con el neologismo "utopía", Tomás Moro tuvo la originalidad de articular dos elementos, uno literario-formal: la organización de varios tópicos en un relato único; y otro material: una propuesta de reforma político-social basada en el uso del derecho para resolver los problemas que afectaban la sociedad de su tiempo y que posiblemente se continuaron en tiempos posteriores y persisten hoy. Presenta la descripción de una sociedad ideal, aunque para ello reúne ambos rasgos en el nombre que designa la isla y el país, pues Utopía es a la vez tanto el buen lugar perfecto, como el lugar inexistente. A esta moderna isla de bienaventurados que no figura en los mapas de navegación, ha llegado por extravío el marino que Moro conoce en Amberes, gracias a su amigo Pedro Gilles, y cuyo asombroso relato deja para la posteridad. Utopía (isla y libro) es una sociedad ideal que no prescinde del Estado ni del derecho, sino que los considera herramientas de construcción social y que, a partir de las discrepancias, cree y aspira a terminar con las arbitrariedades del poder y las enormes diferencias y divisiones sociales. Es evidente la significación de Utopia de Moro en su contexto histórico y en diversas situaciones posteriores. Pero además hay sumarle la importancia de utopía como género literario, como idea, y su relación con proyectos políticos y jurídicos, sociales, económicos, científicos, tecnológicos, culturales y educativos. Con la consideración de que todos pueden ser acometidas desde distintas perspectivas y disciplinas; con especial atención al vínculo entre Estado y Derecho para imaginar y, eventualmente, construir una sociedad mejor que la existente.

Desde la perspectiva médica, Utopia hace un ingenioso acercamiento a dos preocupaciones de la vida moderna: la salud y la felicidad. Sin descartar las virtudes de la medicina humoral vigentes, hace hincapié en el mantenimiento de la salud corporal y mental a través medidas preventivas como la dieta, el medio ambiente, el estilo de vida y la sociabilidad en consonancia con las disposiciones fisiológicas y mentales de cada persona. No por ello descarta la utilización de las acciones intervencionistas, como el uso de medicamentos y también a las formas de purgación y sangría, corrientes en esa época y hoy descartados. Sin embargo, da preferencia a la prevención mediante el suministro de una buena dieta, el trabajo diligente y la explotación adecuada de cereales y ganado. Todo ello a pesar de que "su suelo no sea muy fructífero, ni su aire muy sano". En resumen, que los utopistas mantenían una concepción integrada y holística de salud, en muchos aspectos concordante con la medicina actual.

No olvida la felicidad, ausente en las primeras traducciones, posiblemente por el uso restringido que en inglés se hacía de la palabra en el sentido de suerte o fortuna. En traducciones posteriores la felicidad es repetida pero, en todo caso, existe una evolución evidente de su significado a lo largo del tiempo. Los escritores medievales hablaban en términos de "felicidad" y "bendición", en relación con Dios. Después arraiga la idea de relacionar la felicidad con la suerte y casualidad. Finalmente, para los utopistas, la felicidad es un estado o condición que debe perseguirse de forma deliberada y calculada, en lugar del resultado de la casualidad. La utopía representa el deliberado triunfo del hombre sobre la fortuna caprichosa.

Utopia desencadenó diversas utopías en los siglos posteriores al XVI, incluidos el XIX, el XX y el actual. Unas de carácter liberal, otras socialistas e incluso nuevas y distintas, como las antiutopías reactivas y, a su vez, la relaciones de los agentes humanos con otras utopías -utopismo, antiutopismo, realismo-. Son pues muchos los enfoques e ideas vigentes que se pueden considerar cuando se cumplen 500 años de la obra de Moro.

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