Al decir de algunos interpretadores, el hecho de que las elecciones generales se realicen antes que las autonómicas gallegas no tiene mayor importancia. Si acaso, varios de entre ellos creen que significarán una especie de primarias con efectos difícilmente extrapolables y por lo tanto insignificantes. Pero parece más cierto, en opinión de quien ésto escribe, que la separación es mejor para los intereses de este antiguo reino que la coincidencia.
Hay varios motivos, algunos tan obvios como que temática y mensajes carecerán, el 26/J, de una "agenda gallega", aunque siempre será posible que en mítines o debates sectoriales, si los hubiera, aparezca algún asunto relacionado con lo que antes se llamó "deuda histórica con Galicia" y ahora ya ni se cita. Y no porque se haya saldado, sino sencillamente porque no le interesa a los grandes partidos, ni a los pequeños tampoco, salvo -claro- que tengan aquí su certificado de origen.
Así las cosas, hay otra hipótesis que apenas se baraja en favor de los comicios en octubre. Cierto que su análisis requiere algo de imaginación y que ésta ni abunda en el oficio político, pero alguien habrá que al menos la valore. Se trata de aprovechar el tiempo, la campaña del 26/J y las respuestas a los asuntos que se planteen, para tomar nota, sacar conclusiones de la actitud de cada cual y pasar facture en su momento. Electoral, por supuesto.
Y algo también útil: aprovechar los meses que quedan hasta el otoño no tanto para resolver, que plazo parlamentario no queda, cuanto para proponer. Por ejemplo, pactos en cuestiones que se necesitan desde hace mucho: acuerdos en gestión sanitaria, escolar, forestal o ganadero, modos para afrontar la modernización de determinadas estructuras, tienen el plácet teórico de todos pero nadie le pone el cascabel a los gatos.
Hablar de ello antes de que el griterío de las campañas los vuelva sordos a todos sería, sería, y conviene repetirlo, una oportunidad para hallar soluciones. Si de verdad interesan, claro.
¿No??
