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Los asirocados de la CUP

Los catalanes asirocados empujan al president Puigdemont a una moción de confianza perdida de antemano. La CUP que acaba de rechazar el presupuesto de la Generalitat para el casi mediado ejercicio 2016 es la misma que votará contra la continuidad de un govern "sometido" a Montoro, o a quien le suceda tras el 26-J (quizá peor para el procés independentista). La misma que exige un nivel de "desobediencia" al Estado español que sería suicida cargar sobre las espaldas de toda la población catalana. Tras el envilecimiento sin paliativos del clan Pujol, los antisistema se han cargado a Artur Mas y pretenden acabar con Puigdemont para provocar nuevas elecciones y fortalecer su propia cuota de poder e influencia.

El voto contra la confianza, o la mera abstención, romperá la mayoría en escaños -puesto que en votos no la tiene- del conglomerado separatista, sin que ello signifique transferir el poder a la oposición actual, sino aumentar el propio en la presión del "desenganche". Parece evidente que todos los votos afines a este proceso se han volcado en las pasadas elecciones, de manera que las nuevas no traerían más adeptos, sino un trasvase de cuotas que el extremismo asambleario espera favorable a sus fines. Las bancadas opositoras tendrían en tal caso que facilitar, por acción u omisión, la confianza parlamentaria en quien la pide. Sería el mal menor.

Algunos partidos estatales han elaborado estrategias negociadoras con Cataluña que excluyen la desconexión. Deberían perfeccionarlas a lo largo de la campaña del 26-J para hacerlas creíbles por sus propios electorados y deseables por la coalición Junts pel Sí, que no necesitaba la amenaza latente de la CUP para saber que el procés lo tiene crudo en los plazos proclamados -los famosos dieciocho meses- y a lo más que pueden llegar sin catástrofe económica y social es a mantener la independencia como ideal para mejores tiempos y circunstancias. Sin plazo imperativo ni quiebra convivencial, como ocurre en Escocia y Quebec. Académica y políticamente ya se alumbran reformas inclusivas de la consulta refrendataria que los separatistas pueden apuntarse como gran cosecha. El maximalismo a plazo sería insensato e inviable, con CUP o sin ella. Bien se ve que los antisistema lo son y serán contra cualesquiera sistema.

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