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La semana de A Ferrería

Elegir presidente a los penaltis

Nuestros políticos andan soliviantados. Debe ser consecuencia del año electoral en el que nos encontramos. Hay mucho en juego para todos. El PP porque teme perder su hegemonía, muy dañado por los casos de corrupción y las consecuencias de la crisis; los socialistas porque tienen un líder que piensa más en gobernar que en el interés del país; el BNG porque busca relanzarse desde Pontevedra y ante sí solo ve un gran acantilado provocado por sus erróneas decisiones durante años; las Mareas han aprovechado el desgaste político de sus oponentes pero se les empiezan a ver las costuras y su poder de convencimiento mengua al mismo tiempo que se van convirtiendo en casta; y finalmente Ciudadanos, que se muestra como alternativa, pero en Galicia el partido de Rivera es más noticia por desencuentro de sus dirigentes y militantes que por su labor en los concellos.

En la corporación municipal de Pontevedra se refleja esta amalgama de partidos y en el último pleno afloró este nerviosismo histérico que mostró la decadencia a la que están llevando la política nuestros representantes. Entre gritos de "mamarracho" o respuestas como "a rascarla", el gobierno de Lores ha querido zanjar la lógica y democrática pretensión de la oposición de controlar su gestión.

Ayer, el candidato del BNG por Pontevedra, Luis Bará, anunciaba que el eje de su campaña será batallar contra Ence. 30 años llevan con la misma cantinela los dirigentes nacionalistas y su mérito ha sido el de convertir al BNG en un partido residual. Son los mismos de entonces con las mismas ideas, y aquellos que han querido aportar savia nueva han tenido que dejar el partido o simplemente los han echado.

Con todo lo que ha sucedido desde diciembre hasta aquí, cabe temer que después de las elecciones del 26-J nos encontremos con más de lo mismo. Unos y otros se pasarán factura por estos seis meses de comedia y zancadillas que se han puesto a lo largo de sus esperpénticas negociaciones. Poco creíble se presenta esta campaña electoral donde Sánchez ya ha comenzado a prometer el oro y el moro e Iglesias, sin cortarse un pelo de la coleta, habla sin rubor de pactos. Por lo que vaticinan las encuestas, volveremos a tropezar con la misma piedra y el daño será aún mayor.

Como es de prever que no haya acuerdo tras el 26-J y el país y los candidatos no pueden permitirse otras elecciones, sobre todo por vergüenza, habría que ir pensando en hacer lo que en el fútbol, recurrir a la tanda de penaltis y así el candidato que marque más sería nombrado presidente del Gobierno. Ahorraría tiempo y dinero.

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