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Joaquín Rábago.

¿Qué importan los derechos humanos cuando se trata de vender armas?

Leímos en la prensa el otro día una noticia que dice mucho del estado del mundo: Barack Obama había decidido poner fin al embargo de armas al país del sureste asiático que contribuyó a destruir durante la guerra fría.

"EE UU levantará por completo la prohibición de la venta de equipamiento militar a Vietnam que ha estado en vigor durante los últimos cincuenta años", es decir desde la larga y cruenta guerra entre ambos países, anunció el presidente demócrata.

Un conflicto en el que "el país de los libres y hogar de los valientes" utilizó masivamente armas químicas como el napalm o el argente naranja no solo contra las fuerzas enemigas sino también sobre poblaciones civiles y plantaciones sin que haya pagado nunca por ello, como nunca ha pagado por otros crímenes de guerra.

Y ahora ese mismo país, que utilizó en su intento de destruir al Vietcong, según calculan algunos, el doble de bombas arrojadas por todos los ejércitos en la Segunda Guerra Mundial, aspira a "cerrar viejas heridas" vendiéndole armas a su antiguo enemigo, según contaba la prensa, con ese anuncio.

Vietnam, oficialmente todavía un país comunista, está preocupado, al igual que Filipinas, por las reclamaciones chinas de algunas islas, y Estados Unidos insiste en que debe garantizarse la libertad de navegación de unas aguas por las que pasa anualmente billones de euros en comercio, de los que un 20 por ciento son de la superpotencia.

Decía la cronista que contaba la noticia que Washington no ha precisado cuánto armamento venderá a su antiguo enemigo y que cualquier decisión, según Obama, dependerá de que el régimen comunista mejore su respeto a los derechos humanos.

No parece tener, sin embargo, Estados Unidos tales escrúpulos en materia de derechos humanos cuando los países a los que hay que vender armas o "ayudar" militarmente se llaman, por ejemplo, Arabia Saudí, Egipto o un Israel cada vez más escorado a la extrema derecha.

Una organización tan poco sospechosa de izquierdismo como Human Rights Watch ha criticado la decisión de la Casa Blanca, a la que acusa de haber perdido con ese anuncio capacidad de presionar a Hanói para que mejore la situación de los derechos humanos "sin obtener nada a cambio".

Según como se mire, habría que decir. Tal vez no ciertamente en materia de derechos humanos, pero ¿qué importa eso cuando se trata de vender armas, un negocio en el que Estados Unidos sigue figurando en primer lugar mundial al controlar más del 50 por ciento del mercado, seguido de lejos por Rusia y, curiosamente con Suecia en tercera posición.

Destruir un país se convierte, según hemos visto, en un suculento negocio para los contratistas y vendedores de material bélico como lo demuestra, entre otros, el hecho de que Irak, el país invadido con un falso pretexto y destruido por EEUU, es actualmente, después de Corea del Sur, el mayor comprador de armamento.

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