Solo la crispación supera a la sorpresa. ¿Cómo es posible tan brusca pérdida de la hegemonía en el tráfico de cruceros? Incomprensible y dramáticamente cierto. La crispación ha suplido a la justa ufanía que vino proporcionándonos la constante arribada a nuestros muelles de asombrosas ciudades flotantes ,vertiendo sobre la ciudad un cuerno de la abundancia sustentado por miles de turistas.

Perder la mitad de las escalas que llegan a Vigo y observar con sana envidia el crecimiento coruñés es un golpe bajo que no puede saldarse con la lamentación, porque, tras años de liderazgo, ventaja en las instalaciones y aguas más tranquilas, es evidente que la batalla se perdió. Nos ganaron en la gestión, situando al fracaso más cerca del timón que del azar, pues sin negar que la suerte existe, no es menos cierto que hay que saber buscarla. Para que toque la lotería es imprescindible jugar. Algo que hace doblemente patético tener que decir adiós a los cruceros.

Incluso hay que señalar que resulta dramáticamente curioso que este adiós a los cruceros sirva de acompañamiento al de los contenedores, alfombrando el camino para que el puerto se enfrente a un indeseado annus horribilis. Diríase que un mal fario o la negativa conjunción de astros están manejando los hilos de esta tragedia, porque aunque no se crea en ellas, habelas, hainas.

Habría sido más fácil defender la hegemonía de que disfrutábamos que recuperarla ahora, pero es exigible intentarlo con ahínco, capacidad gestora, planificación de marketing y negociación directa en ferias y en los núcleos decisorios del sector; sabiendo vender la marca Vigo, la singularidad de su Ría, las posibilidades turísticas de nuestro entorno o una oferta gastronómica que activa las glándulas salivares. Y aunque sean los expertos los que deben aportar ideas, creo no sería descartable que, en el marco de una sincera y solidaria colaboración de Puerto y Ayuntamiento, ofrezcamos una bienvenida de notoria parafernalia, actuaciones lúdicas al aire libre, itinerarios guiados, puntuales aperturas comerciales en días festivos y los desaparecidos intérpretes políglotas a pie de calle. La siembra nunca es cara si la cosecha la compensa.

Sin duda el primer llamado a enderezar el rumbo es el presidente de la Autoridad Portuaria, pero también debe involucrarse el Ayuntamiento, porque finalmente es también la ciudad la que recoge el fruto gestado por los turistas, como evidencian la unánimes manifestaciones de responsables de los establecimientos afectados.

Convengamos, pues, que nos jugamos una baza muy importante a la que hay que afrontar -también instituciones y consignatarios -con firmeza, decisión e incluso con el sacrificio que puedan exigir costes y trámites. Todo lo que sea necesario para qué, merced a las imbatibles condiciones naturales del puerto, las impresionantes proas sigan casi asomándose a nuestros balcones

Pese a todo lo expuesto, quiero abrir una ventana a la esperanza, confiando que, recuperando cruceros que se van y atrayendo a otros nuevos, se encuentre el sendero -mejor con atajos-- que permita alcanzar la meta perdida. No será tarea fácil, pero ya hemos cortado orejas toreando en peores plazas. Para ello creo se puede confiar plenamente en el Sr. López Veiga, que ya está manos a la obra y que, como decía La Codorniz refiriéndose a su crítico de la vida, tiene pelos en la barba, pero no en la lengua. Que al 'adiós cruceros' podamos añadir 'hasta la vista'.