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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Los datos

A partir de la idea de que una campaña electoral debería servir para lo que ni en España ni en Galicia suele, que es informar a los ciudadanos de cuales son los programas concretos de cada oferta, quizá procedan algunas observaciones. Aparte, claro, de la ya insinuada de que aquí no se hace eso: ¡no!; y si alguna duda quedase sobre la miopía de las gentes del oficio político no habría para eliminarla más que recordar el fracaso del 20-D y el aviso de que todo sigue igual con el de la reducción del coste para el 26-J.

Quedó dicho aquí mismo, pero de cara a las autonómicas de octubre, que parece necesaria, antes de ir a votar, una explicación creíble acerca de asuntos que como el de Angrois o la fusión de las cajas aún no están del todo claros. En el segundo porque hay pleitos y recursos pendientes y la Xunta -y quienes la apoyaron, que no fueron pocos- no dijo cuanto sabía ni siquiera ante el Parlamento, y hay una irrresponsabilidad en ello.

Lo del accidente de Santiago es peor todavía porque costó muchas vidas y aún sigue dando la impresión de que hay quien busca utilizar a las víctimas con fines electorales. Y no son precisamente sus familias, sino algunos que intentan endosar la responsabilidad a sus sucesores. Una práctica -la de referirse a las "herencias"- habitual que, seguro, disminuiría si se le aplicase el impuesto de sucesiones.

Lo peor de todo ello, porque ya advirtió Murphy que siempre puede haber algo más grave, es que esta campaña va por el camino de siempre. Lejos de detallar remedios a los problemas, las diferentes siglas se dedican a presentar "gobiernos en la sombra", firmar pactos con quienes no hace ni medio año se insultaban con ferocidad, confundir a Aristóteles con el limbo o, en fin, alguno manteniendo la tesis de que en tiempos de turbación conviene no solo parar quieto sino ni siquiera parpadear.

Mientras,para desgracia general, se desoyen avisos que parecen aburrir por repetidos, pero en los que se contienen datos y pronósticos que -nada menos y de verdad- describen el futuro del país. El último, por ahora, es el que advierte otra vez sobre la demografía española, dice que a día de hoy, para compensar el défitit poblacional -y así poder pagar algún día el otro- habrían de nacer más de setecientos bebés diarios.

Esos datos, que demagogos recién llegados al oficio -los que llevan un tiempo practicándolo prefieren ni mencionarlo- hacen las cuentas del Gran Capitán, sabiendo además que no podrán cuadrarlas a base de radicalismo. Pero al parecer, para mucha gente aquí lo que importa no es la verdad sino lo que quieren oír.

¿O no?

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