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Joaquín Rábago.

El arte que reunió Farah Diba

Al margen de los horrores de aquel régimen, producto de un golpe orquestado por Estados Unidos y Gran Bretaña, algo tienen que agradecer los iraníes al sha de Persia, o más concretamente a su esposa, la Farah Diba de las revistas del corazón de la época.

La emperatriz iraní fue a mediados de los años setenta la principal impulsora del Museo de Arte Contemporáneo de Teherán, un edificio de interesante arquitectura que recuerda por su interior en espiral al Guggenheim neoyorquino.

El museo iraní posee, gracias a la iniciativa de la tercera esposa de Reza Pahlevi, una colección de arte moderno que haría el orgullo de cualquier museo del mundo pues incluye obras de artistas como Van Gogh, Renoir, Monet, Picasso, Picasso, Max Ernst, Giacometti, Pollock, Roy Lichtenstein o Andy Warhol.

Algunos de esos tesoros, sin embargo, permanecieron años ocultos en sus sótanos desde la revolución islámica de febrero de 1979, que llevó al poder al severo régimen de los ayatolás, y por supuesto nunca han viajado desde entonces fuera del país.

Eso va a cambiar gracias a la firma, el año pasado, del acuerdo nuclear con Irán, que ha ayudado finalmente a sacar del ostracismo a Irán, al que Estados Unidos, siempre dispuesto a examinar a todo el mundo menos a sí mismo en materia de derechos humanos, incluyó en su día en el "eje del mal".

El ministro alemán de Exteriores, Frank-Walter Steinmeer, que hizo dos visitas a Teherán como parte de las gestiones para la firma de ese acuerdo, tan criticado por Israel y Arabia Saudí, consiguió que la primera salida de la colección vaya a ser a Berlín.

Otras capitales, como Londres y Roma, pero también Houston, en Estados Unidos, rivalizaron con Berlín, pero finalmente los iraníes optaron por la oferta del Gobierno alemán y de la Fundación Cultural de Prusia.

Treinta obras de grandes maestros del arte moderno y contemporáneo de Occidente, junto a otras tantas creaciones de artistas iraníes, se expondrán a partir del próximo diciembre y durante tres meses en la Nueva Galería Nacional berlinesa para el goce de los amantes del arte, que no tendrán ya que viajar a Teherán para su contemplación. Todo un éxito de la diplomacia.

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