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Joaquín Rábago.

En Italia pagan con bonos el trabajo precario

Es un nuevo sistema ideado por el Gobierno italiano: el pago a los precarios mediante bonos por hora trabajada.

Bonos que pueden adquirir lo mismo empresas que comerciantes, entes públicos o particulares y que permiten a quien ofrece un trabajo entrar en una relación directa con el trabajador.

Quienes cobran el trabajo realizado mediante esos bonos pueden ser jubilados, estudiantes - aunque sólo en vacaciones o durante los fines de semana- empleados a tiempo parcial, empleados públicos, autónomos y, por supuesto, parados.

Los bonos se compran por internet, en las oficinas de correos o incluso en el estanco de la esquina, donde pueden adquirirse hasta el equivalente de dos mil euros diarios.

El trabajador al que se paga con bonos puede a su vez cobrarlos en el banco, en la estafeta de correos o en el propio estanco.

Cada bono equivale a una remuneración de 7 euros y 50 céntimos por hora trabajada, con independencia del tipo de trabajo, y el resto hasta los diez euros que cuestan son contribuciones a la pensión del trabajador y al seguro nacional contra accidentes laborales.

Según sus críticos, el nuevo sistema, concebido para luchar contra el trabajo en negro, está contribuyendo a engrosar esa nueva clase social que es la de los "working poor" (los trabajadores pobres).

Quien entra en ese tipo de relación de trabajo con un empleador no tiene derecho a descanso, a seguir cobrando si se pone enfermo, a permiso de paternidad o maternidad y por supuesto tampoco a vacaciones remuneradas.

Son otros tantos derechos duramente conquistados por los trabajadores y sus sindicatos que se arrojan así de pronto por la borda en un proceso que nos acerca cada vez más al modelo laboral chino.

Según el Instituto Nacional de Previsión Social de Italia (INPS), el año pasado se vendieron 115 millones de ese tipo de bonos, casi el doble que en 2014 y cuatro veces más que hace dos años.

En 2015, los empleadores adquirieron bonos por más de mil cien millones de euros, que aportaron casi 150 millones de euros al INPS y 80 millones a la caja del seguro nacional contra accidentes de trabajo, además de 57 millones en comisiones burocráticas.

El recurso a los bonos está además creando, según el semanario "L'Espresso", dos categorías de empleadores: quienes respetan la norma y transforman la relación de trabajo accesoria en estable y los que por contrario "subdividen ilegalmente el empleo estable en varias relaciones laborales accesorias".

En las faenas agrícolas como la vendimia y la recolección de la fruta se ha consolidado en algunas regiones italianas la relación entre la parte del jornal pagada en forma de bonos y la pagada en negro, una relación que ha llegado a ser de uno a treinta: 37 euros al mes en bonos frente a más de mil en negro.

El pago parcial mediante bonos es sólo la forma que tienen muchas empresas del sector agrícola de engañar a los inspectores de trabajo. "Si viene un inspector, decidles que es el primer día que trabajáis aquí", les recomiendan los empleadores a los trabajadores.

Quienes defienden el nuevo sistema lo justifican así: "El Estado se beneficia porque cobra por anticipado y también lo hace el Instituto de Previsión Social porque con la crisis muchas empresas no pagan sus contribuciones".

Para sus críticos, sin embargo, el cambio social que introducen los bonos va más allá de la eliminación del contrato de trabajo ya que, como escribe "L'Espresso", "está en entredicho el papel social del individuo".

"El bono es el "emblema del posfordismo, la expresión de la desmaterialización del trabajo como construcción de una identidad propia y estable".

Desde el momento mismo en que el trabajo se torna inestable, en que uno acepta trabajar en lo primero que sale cosa con tal de llevar algo de dinero a casa, el individuo pierde la seguridad en sí mismo y se convierte en fácil presa de los nuevos populismos.

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