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Joaquín Rábago.

Descolocados

Andan descolocados los dirigentes del PP desde que perdieron su más que cómoda mayoría absoluta y se comportan de pronto a base de pataletas como niños malcriados.

No quiere dar cuentas el Gobierno de ese partido de sus acciones ante el nuevo Congreso de los Diputados con el peregrino argumento de que no es el que los eligió a ellos y por tanto no pueden controlarlos.

Por la misma regla de tres podríamos argumentar los ciudadanos que no tenemos por qué obedecer a ese Gobierno por muy en funciones que esté porque, desde que elegimos a otro Parlamento, ya no nos representa.

Estaban tan acostumbrados a gobernar sin tener en cuenta para nada a la oposición y por supuesto tampoco a los colectivos profesionales concernidos por sus cada vez más impopulares medidas que no se acostumbran a la nueva situación.

E insiste el líder de ese partido y sus acólitos en que, al haber ganado de nuevo las últimas elecciones -es decir al haber obtenido más escaños que nadie-, les corresponde liderar un nuevo gobierno aunque no haya ahora quien les junte.

Ponen como ejemplo lo que ocurre en otros lugares como Alemania, olvidándose de que en esos países con un mayor rodaje democrático los electores habrían castigado mucho más duramente a un partido tan corroído hasta el último momento por la corrupción.

Un Gobierno además, el de ese partido, que sigue insistiendo contra toda evidencia en que ha sacado al país de la crisis y que no parece dispuesto a reconocer lo profundamente injustas de muchas de sus medidas, que han castigado sobre todo a los más débiles.

Un Gobierno que se niega a reconocer que sus reformas y recortes han contribuido sólo a precarizar el empleo, a profundizar las desigualdades sociales hasta extremos que no conocíamos y han obligado a muchos jóvenes a emigrar y a otros, a volver a casa de sus padres.

Y que, cuando se le pregunta si está dispuesto a dar marcha atrás en algunas de las medidas más impopulares, insiste en que no tiene nada de qué arrepentirse y presenta, por el contrario, la lucha contra el terrorismo y la defensa de la unidad de España como la argamasa de una eventual coalición con los socialistas.

Una gran coalición en la que el PP insiste en llevar la voz cantante y que contribuiría a hundir aún más de lo que están ya los socialistas españoles como vemos que ocurre, salvadas las distancias, con el SPD alemán, al que cuesta levantar cabeza desde que se alió con la CDU de Angela Merkel.

Habría que pedir un poco más de humildad a los dirigentes del PP y sobre todo el reconocimiento de que si nadie está dispuesto a ir ahora con ellos, es porque se lo han ganado a pulso con su arrogancia en el poder y el hecho de haberse creído tanto tiempo impunes, lo cual explica muchos de sus comportamientos.

A estas alturas no sabemos si la desunión y desconfianza dentro de la izquierda obligará a convocar a los ciudadanos otra vez a las urnas, y sólo cabe esperar que, esta vez sí, los electores tengan las cosas algo más claras y den a cada uno su merecido. De ello dependerá nuestra calidad democrática.

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