El marqués de Riestra encabezó en 1928 una solicitud ciudadana en favor de la reconstrucción de la fuente de la Herrería, cuyos restos estaban depositados en el Museo de Santo Domingo (Ruinas), para su recolocación en el entorno más adecuado. La iniciativa mereció una cálida acogida por parte del Ayuntamiento, y enseguida se abrió una animada controversia, tanto sobre su reconstrucción propiamente dicha, como sobre su mejor ubicación.

Entonces ya subdirector del Museo del Prado, Sánchez Cantón alabó la iniciativa y recordó el impacto tan grande que había causado en su día a Ambrosio de Morales, maestro y cronista de Felipe II: "?.en la plaza de San Francisco (aún no era la Herrería) está una fuente que en grandeza, altura, lindeza de fábrica y dorados, puede competir con las fuentes de Córdoba?."

Viniendo de un cordobés exquisito, aquel reconocimiento tenía un gran valor. Sánchez Cantón también subrayaba que era "tal vez la más hermosa y grande de las fuentes redondas del siglo XVI en España".

Originalmente emplazada en "el ángulo oeste de la Herrería", su reposición en el mismo sitio pareció inadecuada al eminente profesor por el nuevo entorno urbano. Y Sánchez Cantón entendió que "colocarla delante de San Francisco, no destacaría por la enorme altura y masa de su fachada".

Tras varios descartes, abogó por situarla en "el rectángulo que precede a Artesanos", hoy la plaza de la Estrella y terraza del bar Carabela. Por una vez, la opinión de Sánchez Cantó no fue a misa y prevaleció la ubicación que fijó el arquitecto municipal, Emilio Salgado.

Un mes más tarde, Filgueira Valverde también entró en el asunto en cuestión, pero no para contradecir a su respetado amigo sobre la mejor ubicación, sino para aportar su colaboración en cuanto a la reconstrucción de la histórica fuente.

Con pelos y señales Filgueira recreó la última reforma conocida de "nuestro chafaris en el siglo XVIII" por iniciativa del síndico Félix Raimundo de Soto. La reparación de la fuente con la conducción del agua se disparó a casi diez mil reales, y el atrevido emprendedor se las vio y se las deseó para recuperar aquella inversión.