La Cuaresma está terminando y viene el gran día del Domingo de Resurrección.

En estos días de la Semana Santa hay unos acontecimientos muy importantes para todos nosotros.

El Jueves Santo es el día del amor fraterno y de la eucaristía. El Señor nos demuestra con hechos un modelo de vida y al terminar la sagrada cena antes de empezar la pasión el Señor se remanga y lava los pies a sus doce discípulos. Él que es el maestro y el señor hace algo que estaba reservado al último de los siervos.

El Señor después de cenar lleva al monte de los olivos a sus discípulos e invita e Pedro, Juan y Santiago a que le acompañen a hacer su oración íntima con su padre Dios.

En los misterios dolorosos el primer misterio: la oración del huerto, sus discípulos más íntimos se duermen, están agotados después de un día de tantas emociones.

El Señor puesto de rodillas pide a su padre Dios que si es posible evite el cáliz de su pasión pero que no se cumpla su voluntad sino la suya.

El Viernes Santo de madrugada llegan a prender al Señor encabezados por Judas uno de sus doce discípulos y el resto de los discípulos se dispersan dejando al Señor solo rodeado de enemigos.

La madrugada es movida. Al Señor lo llevan primero a Anás y después a Caifás, sumo sacerdote. Pedro sigue de cerca al Señor y cuando estaba en el patio donde era juzgado el Señor niega por tres veces que él era discípulo del Señor. Se cumple lo que el Señor le había dicho en la cena: antes de que el gallo cante por tercera vez, tú me negarás tres veces.

El Señor en el trasiego de la noche se cruza con Pedro y le mira con amor y Pedro mira al Señor. Pedro está arrepentido y llora: el no haber sido capaz de cumplir su palabra: aunque todos te abandonen yo no lo haré. Pedro captó la mirada de misericordia del Señor y renació la esperanza de la reconciliación con el Señor. Pedro, líder humano se convirtió en el líder espiritual a pesar de sus negociaciones.

Judas una vez cometida la traición se arrepintió pero le faltó esperanza en la misericordia de su Señor, terminó ahorcándose.

La crucifixión era una muerte tan cruel que a los romanos no se les podía aplicar. El Señor clavado en la cruz encargó a Juan su discípulo predilecto que se hiciese cargo de su santísima madre y prometió al buen ladrón que estaría con él en el paraíso.

Jesús vence a la muerte y resucita al tercer día según predijo. Con su muerte redimió al género humano y reconcilió al hombre con Dios.

Cristo se le apareció a Magdalena, a los discípulos de Emaús, a sus discípulos no estando Tomás, el cual no creyó que Jesús había resucitado. Volvió a aparecerse a sus discípulos y el Señor le echó en cara a Tomás el no haber creído.

La muerte no es el final, es el principio de la vida eterna. Con la resurrección del Señor, nosotros tenemos que resucitar a una vida nueva luchando contra nuestro egoísmo, nuestras pasiones para convertirnos en un ser humano nuevo.