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En las orillas del Tormes

Vuelvo a Vigo y escribo mientras veo transcurrir desde mi ventanilla del tren Alvia maravillosos paisajes de esta tierra nuestra, imposibles de apreciar desde otro medio de transporte, e imposibles de expresar en palabras so pena de empobrecerlos, salvo si uno fuera el doctor y catedrático de Lengua y Literatura y profesor en Vigo Félix Bello Vázquez, del que tengo en casa un libro sobre la naturaleza, "Impresiones y estampas de los campos", de factura incomparable. Vuelvo de Salamanca, ciudad que me gusta entre otras cosas porque no cambia el nombre de sus calles como estos gobiernos de quítate tú que me pongo yo, a pesar de que sean calles de vírgenes, santos o conquistadores del Imperio español y eso pueda parecer de derechas según qué memoria histórica. Vuelvo con cierta frustración porque, a pesar de que ya he portado sobre mis hombros al San Blas de Bembrive, no me han permitido ni probar el peso del paso de la Cofradía del Cristo del Amor y de la Paz que desfilará la inmediata Semana Santa, a cuyos cofrades encontré ensayando en las orillas de Tormes.

Mariano, que se fue de tapas

En la Plaza Mayor salmantina encontré al presi Rajoy rodeado de gentes y, muy cerca de él, me distraje comprobando cuáles eran los tres círculos de seguridad que parece que lleva. En Pontevedra, su ciudad, le declaran "persona non grata" unos políticos contrarios pero en Salamanca, que no es la suya, el titular de La Gaceta era "Rajoy aquí es persona grata". "Reconocí al primero y al segundo círculo de su seguridad pero me aburrí buscando el tercero así que me fui con dos rubias de Castilla de toda la vida a tomar un pincho a Casa Paca. Quiso el azar, o mejor dicho, porque los dueños del emblemático local fueran del PP a muerte, que allí llegara Rajoy en comitiva con sus fieles, entre ellos el alcalde salmantino, y vi que pedían jeta y farinato. Luego me fui al Tapas de Gonzalo, otro lugar emblemático, y allí apareció el presidente, que amplió repertorio culinario y a su mesa llevaron jamón, lomo, manitas de cerdo, croquetas calamares, callos, hornazo, steak tartare y torrijas, aunque dudo que él, que anda como un pincel, haya probado siquiera la mitad. Sobre todo porque tenía una boda a su vuelta a Madrid.

El Astanga Yoga de Nubia

De repente, en el tren, me di cuenta de que tenía delante de mi asiento la belleza suma en forma femenina y que, para mayor regocijo, la conocía. ¡Nubia Velásquez, la profesora de Astanga Yoga en el Centro Sananda de Vigo que me presentó hace tiempo el director, mi caro Madana Mohan! Nubia es venezolana con 10 años en Vigo, siempre echando en falta el sol de su tierra y enseñando Astanga o Iyengar yoga. Venía de un cursillo de Madrid, tomamos un café de kilómetros y quedé en ir a sus clases en el Sananda pero me temo que con tan bella maestra no me relaje yo nada.

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