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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El mercado

De modo que, probablemente para confirnar que la política, esa actividad que alguien llamó antaño "el arte de lo posible", se ha convertido hogaño en apenas un ejercicio de mercadeo de votos, puede servir como prueba la posición del candidato del PSOE a presidir el Gobierno, Pedro Sánchez. Por su actitud y también su discurso de investidura, en la que nadie espera un éxito a la primera, aunque en todo esto conviene atender al aviso del sabio clásico y no poner límites a la Divina Providencia.

Conste que cuando se califica de "oficio" algo en principio tan respetable como la gestión de la res publica no se hace para minusvalorar a los profesionales de otros, sino para dejar claro que muchos políticos lo han convertido en un mercado en el que además no rige ni el Código Mercantil, la ética y la estética son defectos antes que virtudes y la desfachatez se convierte en la regla habitual.

Es opinión personal, desde luego, pero ratificada no sólo por hechos múltiples sino por otros puntos de vista. Ahí está, verbigratia, el de la portavoz de las Mareas gallegas, que rechazó de forma contundente -habló de "chantaje"- a Sánchez y su oferta de anular la prórroga -a cambio del apoyo de sus diputados, claro- para la continuidad de Ence en la orillamar de Lourizán. Como decían los viejos sabios, "fíate y no corras".

Es solo un botón, pero muestra el nivel de la fiabilidad de algunas promesas. Y singularmente las del PSOE, porque -mutans mutandis- se desprende de esa oferta que si no hay apoyos de las Mareas habrá fábrica, como la hubo con los socialistas en dos Xuntas y durante años cogobernando el Concello. Eso,además de su silencio -y el que calla otorga- sobre lo que dijo Rivera acerca del AVE gallego: ya está bien de farsa.

Lo que sea sonará, pero en este país de paisaje y paisanaje tan imprevisibles como éste, casi nadie serio se arriesga al pronóstico político más que como aventura. Al fin y al cabo es el único lugar del mundo civilizado en que el recuento final de votos se interpreta como conviene a unos pocos, en el que nadie pierde y, aparte, en el que más se apela al "bien general" después de torpedearlo. Es lo que hay.

(Resulta posible que haya aún más desvergüenza. En su intento de captar apoyos de última hora, el inestable candidato Sánchez llegó a prometer a las Mareas cambios en normativas aprobadas por Zapatero, otros en políticas pesqueras y agrarias exclusivas de la UE y hasta en construcción naval, donde su antiguo jefe Almunia, cuando era comisario europeo, machacó a los astilleros con los tax leases. A todo eso se le podría llamar cara dura, pero quizá sea demasiado poco.

¿O no?)

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