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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

De ser superior a inferior

Don Florentino Pérez, 69 años, ingeniero de caminos, canales y puertos, y de estado civil viudo, es un empresario de éxito. Preside ACS, una de las principales sociedades del Ibex 35 (esa corporación financiera que quiere para España un gobierno grato a los mercados) y a través de sociedades participadas por ella (Dragados, Vías y Obras, Acuanorte, Tecsa, Geocisa, Cobra, Urbaser etc., etc.) controla buena parte de la contratación de obra pública y servicios municipales en todo el territorio español.

Tanto controla, que el actual alcalde de Ferrol dijo recientemente que el verdadero regidor de la ciudad es Florentino Pérez dada la cantidad de servicios locales que maneja, desde el suministro de agua hasta el cuidado de los jardines, la recogida de basura y la atención domiciliaria.

Pero no solo es España el campo de operaciones del señor Pérez, porque el pasado año la empresa ACS y su filial Hochtief fueron consideradas como la primera y la segunda mayores empresas de infraestructuras en todo el mundo. De hecho, ACS actúa en 65 países y el 84% de su facturación total proviene de ellos. Y cualquiera que siga con alguna asiduidad la información financiera en los medios habrá podido enterarse también que la empresa que preside Florentino tiene en la actualidad obra, o proyectos de obra, en los metros de Nueva York, Sídney, Toronto y Lima, en el AVE de California, en la autopista de Doha, en una central eléctrica en la costa del Mar Rojo para Arabia Saudí, y en explotaciones de minas de carbón en países asiáticos. Amen de (puestos a dar la vuelta al mundo de regreso a casa) en los llamados "puertos exteriores" de Gijón y de Arteixo.

No hay espacio de actividad rentable que no interese a este hombre, del que recientemente hemos vuelto a saber que, con cargo a nuestros impuestos, fue indemnizado por el Estado con 1.545 millones de euros por el fiasco del almacén submarino de gas (Castor) en aguas cercanas a la costa mediterránea española. Un depósito, todos lo recordarán, al que se atribuyó una sucesión de pequeños seísmos en las poblaciones ribereñas, con la natural alarma para sus habitantes. Desafortunadamente para el señor Pérez, esa trayectoria de empresario de éxito tiene el talón de Aquiles de su gestión como presidente del Real Madrid, un cargo que ha ejercido durante 13 años en dos etapas. Al parecer, cuando era niño y su padre lo llevaba al estadio Bernabéu quedó extasiado con el juego que desplegaba aquel equipo fantástico que comandaba Di Stefano. Y ya de mayor, y como gran hombre de negocios, se propuso una misión imposible: igualar e incluso superar aquella etapa gloriosa.

En esos trece años fichó a capricho y con contratos multimillonarios a los jugadores que él entendía eran los mejores del mundo; convirtió, con la complicidad de los políticos, una zona verde (la ciudad deportiva del club) en residencial edificable donde levantó cuatro rascacielos; y le cortó la cabeza a una legión de entrenadores porque no le proporcionaban los triunfos deportivos que necesitaba para cumplir su obsesión infantil. Un subordinado suyo (Butragueño) lo calificó de "ser superior" pero a la vista está que no lo era. El otro día, el público pidió a voces su dimisión.

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