Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Tribuna Libre

¡Mal, muy mal!

Desde la sacrílega actuación de los titiriteros de las marionetas en Cataluña y el herético recital del Padrenuestro sexual, me siento mal, muy mal, con el estómago revuelto -como cuando Celulosa suelta sus gases al aire- y no es por vivir en este Marín de mis amores, sino porque algo muy nauseabundo se está quemando, y es que en este país llamado España algo huele mal, muy mal, peor que todas las celulosas del mundo juntas, entrañando un grave e insospechado peligro. Pero esto no es nuevo. Desde siglos, en los inapelables Autos de Fé, que por nada quisiera que volvieran, proclamados por el Santo Oficio mediante juicios sumarísimos y con el beneplácito de nuestros monarcas, algo viene oliendo mal, muy mal, en nuestro querido país.

Se quemaron por los pies, porque así covenía a los intereses de la Iglesia de Roma, protetantes, judíos, brujos y brujas, echadoras de cartas y demás en la Pira de las Vanidades, como así las llamaba Savona-rola a las hogueras de la Inquisición, y todo sin más apelación ni recurso posible. Pueblos y ciudades enteras fueron inundadas por el apestoso olor a carne viva quemada.

Pero es ahora cuando el sacrilegio y la herejía están oliendo peor que nunca antes, sin que nadie le ponga remedio. A pasos agigantados vamos cayendo en un ambiente más que degradante, herético y ateo. Ya lo dijo Emilio Castelar en la introducción de su obra "La revolución religiosa": España es un país retrógrado e ignorante.

Durante la Dictablanda de Franco -y él lo sabía, como sabía muy bien quienes eran los verdaderos herejes-, los evangélicos hemos sido un grupito modesto, minúsculo comparado con la actual presencia musulmana, pero moderados y respetuosos, salvo excepciones, que confirman la regla, y lo digo por mí mismo por si acaso yo no cumpliera con lo que afirmo.

Y, me pregunto: ¿Cuando aprenderá este país que no somos los protestantes los herejes sino otros que solapadamente han venido creciendo, esperando su oportunidad, ocultando sus verdaderas intenciones, pensamientos y doctrina? Pues, ahora, aquí los tenemos, a cara descubierta, sin más pudor ni vergüenza, pretendiendo convertir al país sumiéndolo en un estado de libertad de expresión que no significa más que la vuelta a la Edad Media, y es que estos hijos de Satanás nos están llevando por el camino del mismo Diablo, derechos al Infierno, un Infierno terrenal. Como dicen algunos, o muchos, si fuera más jóven, con estas premisas que anteceden, me marcharía de este país a donde los piés me llevaran.

Compartir el artículo

stats