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Los 143 de Sánchez

Pedro Sánchez juega ahora al número 143. Es la suma de los 90 diputados del PSOE, más los 40 de Ciudadanos, más los 4 de Compromís, confluencia divergente de Podemos, los seis del PNV, los dos de IU y la única parlamentaria de Coalición Canaria. A todos ellos agradece el presidenciable su buena disposición negociadora y de todos ellos espera el voto favorable -insuficiente si no se dan otras condiciones- en la primera semana de marzo. Hasta entonces le sirven como refugio para mantener distancias con un Pablo Iglesias que exige trato de igual a igual para adornar el nuevo cartel electoral que está confeccionado sin recato.

La apuesta de Sánchez está plagada de conjeturas. Primero, Ciudadanos extrema sus virginales cautelas y anticipa que, incluso llegando a un acuerdo con los socialistas, no respaldará a su candidato, lo más que pueden esperar es una abstención. El muñidor del pacto fía a la deriva negociadora un cambio en esa posición inicial del partido de Albert Rivera.

Los de Compromís fueron los primeros en dejar en evidencia que el bloque de Podemos no era tan compacto como aparentaban las sumas. El referéndum catalán es algo secundario para la formación que en Valencia sirve de puntal al Gobierno del socialista Ximo Puig y que insiste en buscar un pacto con Sánchez. Ese distanciamiento del núcleo irradiador podemita, unido a las tensiones internas que en Galicia provoca la estrategia de estrechar lazos con las Mareas, haría aconsejable una nueva evaluación de riesgos ante la posibilidad de repetir los comicios, debilidad en la que, casi seguro, no caerá Iglesias.

El PNV mantiene todavía atenuado el prurito consultivo, lo que lo convierte en el único nacionalismo con el que el PSOE puede llegar a entenderse, como ya lo hiciera en otras ocasiones. Sin embargo. es una incógnita lo que los vascos pueden reclamar como contraprestación.

IU ya alcanzó un acuerdo con el PSOE. Sus dos diputados en apariencia insignificantes pueden adquirir especial relevancia ante un recuento de apoyos apretado y que exigiría afilar mucho los lápices.

Quedarían fuera de ese lejano acuerdo, en el que ahora se afana Sánchez, Podemos y el PP. Los primeros se verían en la tesitura de votar contra el candidato del PSOE, lo que puede abrir el camino a un Gobierno de la derecha, algo que quizá no resulte muy del agrado de los antiguos votantes socialistas reciclados en papeletas moradas.

Una improbable abstención de Podemos sería el sueño de Sánchez si consiquiera fraguar el complejo pacto de los 143. Enfrente quedaría el PP en la incómoda posición de alinearse con sus demonizados nacionalistas, 142 votos que darían al presidenciable una victoria por la mínima. Pero en el PP las aguas internas se están encrespando. La corrupción actúa como detonante de una creciente demanda interna de renovación, que puede abrir una sucesión sangrienta en pleno tiempo de elecciones si Rajoy se empeña en resistir. Otros a los que conviene una nueva evaluación de riesgos.

Hay suficientes variables como para convertir en fallido cualquier pronóstico. El panorama político responde ahora a un modelo caótico de esos que relaciona el aleteo de una mariposa con los huracanes. Por ello conviene estar muy pendientes del mínimo detalle.

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