Quien lo iba a decir que la disminución de los precios de carburante iban a constituir una amenaza a la economía. La energía es uno de los rubros más significativos en la estructura de costes de las empresas y constituye uno de los argumentos determinantes para la localización de las empresas. Muchos sectores cuyos productos no solamente consumen energía en su producción, sino también en el transporte para llegar a sus destinos dependen de su coste para ser viables. Por ello la reducción de los costes energéticos son muy bienvenidos por la economía y en términos de confianza y constituyen un claro bálsamo temporal al hervidero de los costes y la necesidad de incrementar la productividad. Un país como España donde la principal industria nacional es el turismo, está muy pendiente de la evolución de los precios del petróleo y no puede ser para menos.

Curiosamente esta tendencia que se ha experimentado en los últimos meses tiene una traslación negativa en el mundo financiero. Uno de los argumentos de desasosiego en los mercados de valores es precisamente el precio de petróleo, pero no por su incremento sino por la disminución y no se entiende bien que cuando la economía encuentra un argumento tan positivo como la reducción de los precios energéticos, como motivo positivo de optimismo, los mercados lo descuentan negativamente.

Probablemente esto tenga múltiples y sofisticadas razones de por qué sucede. No quiero pensar que a los mercados les preocupe que los países productores de petróleo que se han forrado a lo largo de los años donde los precios estaban en máximos y a tenor de lo que se ha visto incluso no sabían ni donde gastarlo, véase inversiones faraónicas en islas artificiales, tengan compasión por lo que está sucediendo en el mundo financiero. Si fuera así, ahora estaríamos en una verdadera emergencia, donde las pérdidas de valor en las bolsas, terremotos reales donde los haya, provocarían un extenso valle de lágrimas.

Disfrutemos entonces de esta pequeña calma temporal en los precios de los carburantes ya que si bien algunos auguran que durará aún algún tiempo, probablemente, cuando vuelva a activarse el consumo relacionado con el turismo con la llegada del buen tiempo, nos quitarán el caramelo de la boca y volveremos a pagar lo que quieran, mientras tanto esperemos que la confianza siga su senda positiva.

*Economista