Hay más posibilidades de pesca para los barcos gallegos, aunque no sean precisamente las que los cerqueros de este país querían y por ello Acerga mantiene sus reivindicaciones de más cuota y un mejor reparto de estas. Porque lo que vale en el sector pesquero es la cuota de cada barco y no el barco en sí mismo, si bien este es el que puede conducir a sus armadores al mayor desastre económico con un endeudamiento que acarrea pérdida de patrimonio, de ilusión y de sonrisa. Porque hoy, clarísimamente, "lo que vale es la cuota, no el barco".

Este mismo periódico lo publicaba hace unos días: más de cinco mil barcos figuran en el censo gallego. Si los barcos tuviesen el valor que se les supone, significaría un patrimonio de centenares de millones de euros. Pero esos barcos, sin cuota de pesca, no valen nada. Sirven, exclusivamente, para endeudar a sus propietarios y, de paso, para enviar al paro a no menos de 30.000 personas que dependen directamente de ellos.

Tal vez aquellos que deciden los futuros de un país como Galicia no tienen en cuenta esta importante pata de su economía. Y, menos todavía, de su sociedad y lo que esta conforma. Pero la actividad pesquera, marisquera, acuícola (referida al mejillón) continúa siendo esencial para el desarrollo de buena parte de la población gallega. Aunque no se tenga en cuenta o no se valore suficientemente lo que la pesca y el marisqueo, junto a la actividad mejillonera, generan.

Los millones de euros que producen anualmente significan una inyección en vena para una comunidad autónoma que precisa de constantes transfusiones sanguíneas en modo euros. Si en un momento determinado fallan las cuotas de pesca, los barcos -en formato plaquetas- no sirven de nada, motivo por el que se destinan al soplete centenares de unidades en su momento construidas por unos armadores que tenían más fe en los barcos que en las posibilidades de pesca que se les concedían a todos y cada uno de ellos por parte de un ente llamado Unión Europea.