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La Marea se traga a Breogán

El 12 de febrero de hace cuatro años nacía en Galicia un "frente amplio, nacionalista, plural y con el centro de gravedad en la izquierda". Xosé Manuel Beiras y no más de medio centenar de militantes abandonaban el BNG, tras treinta años de historia compartida. "¡A trabajar! ¡Salid de la ría e ir a trabajar a mar adentro!", arengaba un Beiras emocionado y al borde las lágrimas a los suyos, al tiempo que les prevenía contra la política de despacho que "va en dirección inversa al de los movimientos sociales". Era el germen de En Marea, que el pasado 20-D logró seis diputados y se situó como la segunda fuerza más votada en Galicia. En Madrid, tuvieron que pasar dos años para que tres profesores de la Complutense, uno de ellos la compostelana Carolina Bescansa, fundaran Podemos, el tercer partido más votado en las pasadas elecciones generales, tras irrumpir en el Congreso con 65 diputados, seis de ellos los de En Marea.

Ese proyecto, que nació como Irmandiños, luego pasó a denominarse Anova, después se alió con Esquerda Unida y se rebautizó como AGE, amplió sus horizontes y se convirtió en En Marea, la alianza de los anteriores con Podemos y otras iniciativas alternativas de izquierda. En Marea, que acaricia el sueño de "asaltar los cielos" de San Caetano en las elecciones autonómicas que tocan a finales de año, ya tiene su primer damnificado: el secretario xeral de Podemos en Galicia, Breogán Riobóo.

En Marea, que aún vive la resaca de la victoria del 20-D y ya imagina la que puede pillar si logra arrebatar al PP la única mayoría absoluta de la que disfruta en una comunidad, no se puede permitir disensiones. La presa mayor son los comicios autonómicos de final de año, y si para ello Beiras y los suyos han de renunciar a visualizarse como grupo propio en el Congreso, como han hecho los valencianos de Compromís, y diluirse en el grupo de Podemos, en aras de la unidad, pues se hace y listo. Y si Pablo Iglesias tiene que cargarse al secretario xeral en Galicia, por atreverse a cuestionar la Marea, se hace. Porque la nueva política, igual que la vieja, solo atiende a fines y los muertos por el camino poco importan.

El problema es que a Pablo Iglesias, que no solo tiene problemas en Galicia, se le atraganta la crisis gallega porque Breogán Riobóo le ha salido bravo y tal cual numantino se resiste a dejar el poder y se atrinchera en la secretaría xeral de Podemos Galicia. Parece que el joven coruñés se creyó que la máxima de Alfonso Guerra de que el que se mueve no sale en la foto sólo era de predicamento entre la casta. Quizás Breogán Riobóo, que antes había militado en el BNG y Anova, pensó que las máximas de democracia interna, transparencia y el poder para las bases, la nueva política las iba a aplicar a rajatabla. Pero siempre hay excepciones a la regla, y acostumbran a ser cuando a quien manda no le convienen. Entonces se retuercen los estatutos y con la legalidad en la mano se expulsa a uno de los suyos, pero no convirtamos a Riobóo en un mártir.

Tiene razón cuando expone que a las bases se les hurtó decidir sobre el acuerdo con En Marea, que las bases desconocen los detalles del acuerdo que fraguaron las cúpulas para parir la Marea, pero ¿por qué no alzó entonces su voz en contra y lo hace ahora?

Olfato político es una cualidad que debe tener cualquier dirigente que se precie, y Breogán Riobóo parece no tener nariz. Abrió una crisis cuando sus compañeros todavía saboreaban las mieles del éxito del 20-D, y lo hizo sin apoyos internos. Se lanzó al ataque cuando su labor como secretario xeral ya estaba siendo cuestionada internamente. No había tenido protagonismo en la campaña electoral, se vio solapado por los regidores de la Marea, por Yolanda Díaz de EU y no digamos por Beiras, ... vio demasiados competidores y quiso hacerse oír, desmarcarse con un discurso propio que pudiese reengancharle con las bases descontentas porque no se había contado con ellas, pero su voz desentonó en el coro y Podemos no se lo permitió. El alcalde de Ferrol, Jorge Suárez, resumió el conflicto así: "Breogán tiene miedo a no encabezar una lista en las autonómicas".

Más allá de una batalla de egos, que tardará más o menos en saldarse, Podemos en Galicia y el resto del Estado vive una crisis, dividido entre su alma más pragmática, la que impone Pablo Iglesias desde que vio que podía tocar poder, y su alma más asamblearia, la de los círculos nacidos de forma espontánea entre ciudadanos que vieron en el partido morado un revulsivo contra la política de la casta. También vive una crisis de organización. En Vigo, no tienen dirección.

| La renovación del PPdeG. Más calmadas están las aguas en el partido en el poder en Galicia, pero siempre hay remolinos, y más en tiempos de cambio. Alberto Núñez Feijóo justificó el jueves en una entrevista de TVG que obvió la tradición de convocar primero el congreso gallego y luego los provinciales, no para "ganar tiempo" para ver qué pasa en Madrid y ver si tiene opciones de hacer las maletas, si no porque los resultados de las elecciones municipales de mayo de 2015 urgían la renovación, una renovación que se pondrá en práctica diez meses después, y una renovación que alcaldes del PPdeG no terminan de entender del todo y solo aciertan a interpretar como "un intercambio de puestos entre perdedores", especialmente en el Norte donde el exregidor de Ferrol, José Manuel Rey Varela, fue promovido a conselleiro y el expresidente de la Diputación de A Coruña, Diego Calvo, señalado como sucesor de Carlos Negreira. A esos regidores también les sorpende que a cuatro meses de una cita con las urnas, en la que la mayoría absoluta está en riesgo, Feijóo se arriesgue a mudar, por muy "clave" que sea la provincia de Pontevedra, al secretario xeral del PPdeG para enviar a Alfonso Rueda a relevar a Rafael Louzán. Rajoy no se atrevió a desplazar a María Dolores de Cospedal, pese a que muchos se lo pedían tras el varapalo de los comicios locales, precisamente por la cercanía de las elecciones generales. Entendía que el aparato del partido debía estar engrasado al máximo y al frente, quien se conociera el andamiaje.

Los congresos provinciales se prevén tranquilos, con la incógnita de que pasará en Lugo. Aunque la alcaldesa de Mondoñedo y cargo de máxima confianza de José Manuel Barreiro, Elena Candia, dobla en avales a la delegada de la Xunta, Raquel Arias, los 690 apoyos de la segunda no son pocos y evidencian que hay dos sensibilidades en la organización lucense.

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