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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Millones de votos, millones de euros

Más de cinco millones de votos y, lo que es peor, catorce millones de euros han perdido en las pasadas elecciones los dos principales partidos que hasta ahora se repartían el pastel en España. El balance contable de subvenciones acaba de ofrecerlo el Consejo de Ministros.

Como en toda economía basada en la ley de la oferta y la demanda, lo que pierden las firmas todavía dominantes en el mercado -PP y PSOE- se lo llevan los nuevos productos que han salido a la venta. Ciudadanos ingresará algo más de siete millones de euros y Podemos 6.600.000, cifra a la que hay que agregar los cuatro kilos ganados por sus sucursales en Cataluña, Valencia y Galicia.

Todo esto puede parecer un poco mercantil, pero es que los partidos funcionan como sociedades anónimas cuyos beneficios dependen de la fidelidad de la clientela. La pérdida de parroquianos ha sido espectacular en el caso de los conservadores y los socialdemócratas. Por el contrario, Podemos y, en menor medida, Ciudadanos son los beneficiarios de este cambio de tendencia en el consumidor, que ahora reparte sus votos -y sus euros- más allá del tradicional duopolio del PP y el PSOE.

Bandazos tan bruscos como el actual no se darían, por supuesto, en los regímenes que abogan por el monopolio del partido único y, de acuerdo con ese principio, tienden a suprimir a la competencia. Ni Franco, ni Stalin, ni Hitler ni Mao tuvieron que enfrentarse a estos engorrosos avatares del mercado electoral, formado por consumidores volubles que en una feria del voto le dan la mayoría absoluta a Rajoy o a Zapatero y a la siguiente los privan de opciones de gobernar, aunque sea en minoría.

En los países que dejan atrás la costumbre de escoger a sus gobernantes entre más de una candidatura, no hay que preocuparse por los cambios de opinión que pudieran tener los electores. Siguen convocándose elecciones, naturalmente; pero el resultado es, en general, previsible.

El régimen corporativo de Franco, un suponer, las organizaba atendiendo a los tercios de la familia, el sindicato y el municipio, que eran los tres pilares del sistema. Y en Cuba, distinta pero no tan distante en lo político, los hermanos Castro vienen siendo tenazmente reelegidos desde hace más de cincuenta años gracias a que la única candidatura disponible es la del Partido Comunista.

La España del "¡Vivan las cadenas!" no ha llegado todavía al extremo de abolir el libre mercado en las elecciones; pero tampoco hay por qué excluir esa posibilidad. Habrá que esperar a que alguno de los partidos emergentes denuncie el alto coste de las elecciones de la casta, que ascienden a unos 52 millones de euros para repartir entre los que ganan algún escaño en las Cortes. Sensibles como han demostrado ser los electores españoles a esos gastos, no sería de extrañar que, más pronto que tarde, acabasen por descubrir los encantos de votar a un solo partido.

La política es, a fin de cuentas, un negocio basado en la captación de clientes que en la jerga del gremio reciben el nombre de electores. Si muchos de ellos han llegado a la convicción de que las empresas y los negocios en general son malos, nada costaría hacerles pensar también que lo mejor es dejarlo todo en manos del Estado bajo la gerencia de un partido salvador que haría innecesarios a los restantes. La dura Historia de este país invita a no descartar hipótesis alguna.

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

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