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Joaquín Rábago.

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No sé cómo sonarán a oídos de muchos demócratas europeos lass declaraciones que ha hecho la ministra israelí de Justicia, Ayelet Shaked, al principal semanario alemán, en las que parece anteponer los "valores judíos" al derecho y la democracia tal y como la entendemos en este continente.

Shaked, de 39 años, está en la extrema derecha del gobierno que preside Benjamin Netanyahu y es correligionaria del ministro de Industria, Justicia y Empleo, Neftalí Bennett, líder del partido religioso "La Casa Judía".

Como cuenta Der Spiegel, al que concedió la entrevista, Shaked ha publicado en Facebook un artículo en el que califica de "enemigos" a todos los palestinos, a los que hay que eliminar, y califica a sus hijos de "culebras".

Shaked, admirada por los suyos y odiada por sus rivales políticos, no tiene pelos en la lengua, y sus palabras hablan por sí solas.

"Espero que nuestros jueces se inspiren en sus juicios también en el Talmud y no solo en la legislación general o en el sistema legal europeo", afirma.

Explica la ministra que su país tiene "derechos fundamentales fuertemente democráticos, que garantizan las libertades y los derechos humanos", pero se dice partidaria de "darle a la justicia un instrumento adicional para que pueda remitirse al hecho de que Israel es un Estado judío".

Shaked reconoce que las comunidades judías en el extranjero son "muy importantes" para Israel y se muestra partidaria de dialogar con ellas, pero se lamenta del "proceso de asimilación" que observa entre sus integrantes, es decir, "el mestizaje de judíos y no judíos".

Con el Gobierno de que forma parte, la solución de los dos Estados, esa con la que algunos han estado mareando demasiado tiempo la perdiz, es del todo imposible, y así lo declara ella misma.

"El foso entre palestinos e israelíes ha crecido demasiado como para que pueda superarse en nuestra generación. De ahí que políticamente aboguemos por una solución regional", explica.

Solución regional que pasaría por "la parcial anexión de Cisjordania por Israel y la confederación de la otra parte con Jordania", lo que excluiría la posibilidad de un Estado palestino independiente.

Su argumento es que Israel está rodeado de Estados fallidos -Libia, Egipto o Irak- y no quieren tener otro más en su entorno inmediato por mucho en que se empeñe la comunidad internacional.

"No tenemos más solución que seguir gestionando el conflicto. De ahí que propongamos un pacto de estabilidad. Queremos fortalecer económicamente a la autoridad autónoma palestina, crear conjuntamente zonas industriales y ayudarlas a que tengan su propio suministro energético".

Los Estados europeos deberían, según ella, invertir en "esas cosas en lugar de en organizaciones no gubernamentales que perjudican a Israel". Organizaciones, muchas de ellas pacifistas, a las que trata de perseguir con un nuevo proyecto de ley que busca, entre otras cosas, impedir su financiación exterior. Sobran comentarios.

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