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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Peligrosa partida de mus

Un compañero del café compara la búsqueda de un pacto de gobierno con una partida de mus, en la medida que este es un juego de cartas y de gestos en el que, en determinados momentos, se permite mentir para confundir al adversario y también pasar a otro la iniciativa en situación de debilidad. Como mi ignorancia sobre esa clase de entretenimiento es absoluta no puedo afirmar si la comparación es afortunada.

En cualquier caso entiendo que, tanto la pareja que representa a la derecha (Rajoy y Rivera) como la pareja que representa a la izquierda (Sánchez e Iglesias), se han limitado a ocultar sus cartas y a hacer gestos de falsa complicidad para despistar al adversario. Y el que más lo ha hecho de los cuatro es el señor Rajoy, al que, en teoría, y por ser el líder del partido más votado en las últimas elecciones, correspondía en buena lógica la iniciativa de enseñar su juego. Primero renunció a la oferta del Rey para que intentase formar gobierno con el pretexto de que, en ese momento, no disponía de la mayoría suficiente aunque no descartaba conseguirla en el futuro. Y después, ya en la segunda ronda de consultas, insistió en pasar, también transitoriamente, de esa responsabilidad inhibiéndose en favor del segundo de la lista, que resultaba ser el socialista Sánchez. La mayoría de los analistas políticos son unánimes en opinar que la jugada de Rajoy tienen por objeto dejar que el joven dirigente socialista se estrelle contra las exigencias de Podemos y contra la presión interior de la vieja guardia socialista y de los partidarios de formar un gobierno que sea grato a los mercados.

Una apuesta que no deja detener sus riesgos porque dilata demasiado la solución del problema, alborota -¡aún más!- el gallinero mediático, y puede conducirnos casi en el verano a una nueva cita electoral con el obligado cambio de banquillo en las dos grandes formaciones. Hay que reconocerle al político gallego una gran habilidad en el manejo del tiempo político para desgastar a sus adversarios, pero en esta ocasión corre el riesgo de salir chamuscado del intento. En cuanto a las posibilidades de Sánchez para formar un gobierno estable, las opiniones también son coincidentes en señalar que tiene un margen muy estrecho de maniobra. Salvo que consiguiera el milagro de que "mirando a izquierda y a derecha" (como él mismo dice) consiguiera unir los intereses de Ciudadanos y Podemos en un gabinete de clara orientación regeneracionista y limitada acción en el tiempo. Algo que ahora mismo parece imposible, ya que tanto Rivera como Iglesias han explicitado de forma contundente su absoluta incompatibilidad programática. Rivera ha dicho de Podemos que quiere "romper España", e Iglesias de Ciudadanos que es una "marca blanca del PP".

Mientras tanto, los tertulianos echan fuego por la boca y los politólogos viven su momento de gloria; no hay cadena de televisión que no disponga de un par de ellos para ilustrar a la audiencia. Pero el centro de todas las atenciones sigue siendo Podemos, ese partido que supuestamente financian los gobiernos de Venezuela e Irán con el objetivo de romper España y, de paso, facilitar la independencia de Cataluña. Se oyen cosas como esas por la radio.

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