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Personas, casos y cosas de ayer y de hoy

Tamaño cerebral, inteligencia y encefalización

En los últimos días he vuelto a leer Millones al horno (Madrid: Espasa Calpe; 1958), libro del que es autor el gran escritor, maestro del humorismo y periodista pontevedrés Julio Camba Andreu (Vilanova de Arousa, 1884 - Madrid, 1962). La obra es una colección de magistrales artículos que recogen una visión irónica -y por lo tanto inteligente- del hombre, la vida y los acontecimientos. La serie incluye el artículo Sombreros y cabezas, publicado en ABC de Sevilla, el 2 de noviembre de 1958. Su lectura me ha suscitado el suelto de hoy y, con toda posibilidad, algunos de sus artículos me darán pie para mi colaboración de otras semanas.

En la década de los 50 del siglo XX, la British Hatters Association, una asociación de sombrereros del Reino Unido, advirtió que el hombre utilizaba sombreros de tallas superiores a las de sus padres y abuelos, lo que planteaba que los hombres de ese momento tenían la cabeza más grande. Ello podría llevar a pensar que el cerebro sería también más grande y, como consecuencia, que la inteligencia sería mayor. Mantener tal hipótesis supondría una equivocación tan manifiesta como establecer que la importancia de una biblioteca es proporcional al tamaño del inmueble y no a la de los libros que contiene. Lo que sí puede concurrir de una manera general es que suele haber una relación más o menos estrecha entre continente y contenido. Así las cosas, cabrían dos posibilidades interpretativas: el hombre actual tiene más cabeza que sus antecesores o, por el contrario, escoge mal el tamaño de sus sombreros, consecuencia de su propia estrechez mental. De las dos hipótesis, por su puerilidad y por "dignidad humana", hemos de rechazar la segunda. No por ello olvido que ciertos personajes actuales, de modo especial del mundo político, no aparcan el sombrero ni por educación -ignoro si es para que no se le enfríe la "personalidad" o se le escapen sus escasas ideas-. Lo cierto es que la advertencia volumétrica de los sombrereros era real y la ciencia antropológica recoge el incremento secular y paulatino del tamaño del cráneo, por lo que recabé información a mi hija, la antropóloga María Martinón Torres. Con variaciones no significativas, este es el promedio de volumen cerebral en las distintas especies de homínidos: Australopithecus, 400-500 cc; Homo habilis, 600-700 cc; Homo erectus, 800-1000 cc; Homo heidelbergensis, 900-100; cc; Homo neanderthalensis, 1300-1700 cc y Homo sapiens (nosotros mismos, el hombre actual), 1200-1500 cc. Asimismo, se constata que, en términos absolutos, la media del tamaño craneal -y del cerebro- de la mujer es más pequeña. A estos datos hay que sumar los trabajos que comprueban diferencias raciales morfométricas. Estos y otras referencias y circunstancias llevaron a conclusiones erradas, cuando no peregrinas, de distintos científicos. Entre los muchos que de una y otra manera sostuvieron estas disparatadas hipótesis están dos ilustres gallegos. El reconocido médico y pensador Roberto Nóvoa Santos (A Coruña, 1885 - Santiago de Compostela, 1933), en su libro La indigencia espiritual del sexo femenino. Las pruebas anatómicas, fisiológicas y psicológicas de la pobreza mental de la mujer. (Valencia: F Sempre Ed; 1908), llega a afirmar, entre otras muchas detracciones: "Para mí, la mujer es tanto más linda, física y biológicamente considerada, cuanto más sencilla es su alma, cuanto menos "sabia y genial" se nos aparece su cabeza. [?] Los elementos estéticos de la mujer asientan precisamente sobre la indigencia de su alma, y su tono de voz, su cabellera larga y espesa, la suculencia de sus pechos, el amor profundo, la fecundidad? no puedo comprenderlos y sin relación con su inteligencia casi estéril. [?] Con independencia del estado social de los distintos pueblos, la capacidad de la cápsula craneal de la hembra es siempre inferior a la del macho, lo cual demuestra que este posee un cerebro mayor, y por consiguiente, facultades mentales superiores a las que poseen los individuos del sexo femenino". El catedrático de Farmacología de la Universidad de Santiago de Compostela Ramón Villarino Ulloa (Castrelo de Miño, Ourense, 1907 - Santiago de Compostela, 1990), en colaboración con Vicente Beato González, en su trabajo Capacidad Mental del Negro (Madrid: Publ. Dirección General de Marruecos y Colonias; 1944), no duda en llegar a conclusiones como la que sigue": "La capacidad de analogía, comprensión, sentido crítico, aptitud lógica, relaciones de igualdad y, en general, siempre que intervenga la inteligencia, el negro muestra una inferioridad en relación al blanco".

Semejantes desatinadas interpretaciones y la terquedad para mantenerlas, pueden ser aún más burdas y groseras. El gran médico y anatomista Andrés Vesalio (Bruselas, Bélgica, 1514 - Zante, Grecia, 1564) médico personal de Carlos V y Felipe II, fue el autor de la gran obra, en siete volúmenes, De humani corporis fabrica (Basilea, 1543), fundamentada en sus propias observaciones directas, ya que decidió hacer él mismo las disecciones de los cadáveres humanos. En ellas se encontró que las descripciones clásicas de la anatomía eran en muchos casos erróneas. El porqué estaba en que las narraciones se basaban en disecciones de animales y no de hombres. Por ejemplo, en el caso del médico griego Claudio Galeno (Pérgamo, 130 - Roma, c.a. 200(216), el cerebro por él descrito era una mezcla del de una vaca y el de una cabra. Los profesores que seguían los libros galénicos, escandalizados por los hallazgos de Vesalio, no los aceptaron y, según recoge recientemente en su blog el catedrático de Biología Celular de la Universidad de Salamanca, José Ramón Alonso, se defendieron utilizando argumentos insólitos y carentes de lógica. Tanto fue así que llegaron a mantener que el cuerpo humano habría cambiando desde la época de Galeno o incluso hicieron la insólita afirmación: "Se equivoca el cadáver, que no Galeno".

Mas nada de esto se sostiene ni es cierto. El hecho de tener más cabeza no explicita tener más cerebro y, aunque esto fuese cierto, tampoco significaría una inteligencia superior. Un elefante tiene un cerebro en términos absolutos mayor que el de un hombre, pero no significa que por ello sea más inteligente. Una aproximación mejor es calcular el coeficiente de encefalización que mide precisamente la proporción de encéfalo "esperado" en una especie, en relación a su tamaño corporal. Se utiliza en antropología como indicador "grosero" de la inteligencia de una especie. En otras palabras, los humanos tenemos un cerebro proporcional y significativamente muy grande para lo que le correspondería a un mamífero de nuestro tamaño. También por eso, aunque la mujer tiene como media un cerebro más pequeño en términos absolutos, cuando se mide el tamaño de su encéfalo con relación al tamaño corporal no existen diferencias con el varón. De igual forma, un neandertal puede tener en algunos casos un cerebro más grande que el del hombre actual, pero hay que considerar que estos homínidos eran más robustos y con mayor masa corporal, así que el coeficiente de encefalización se equilibra y es prácticamente igual al nuestro. Además, no solo es cuestión de tamaño. Neandertales y sapiens tenían diferencias en la forma de sus cerebros. Se estima por ejemplo que los neandertales tuvieron un grado inferior de lobulización parietal en el periodo neonatal, lo que habría afectado al desarrollo de los lóbulos parietales y podría a su vez haber afectado a algunas funciones cognitivas en las que esta región está implicada, como la "memoria operativa" útil para almacenar y manipular información por periodos cortos de tiempo. En cualquier caso, hay que tener en cuenta que tendemos a comparar con lo que nosotros tenemos, evaluamos las capacidades de otra especie según lo que les puede faltar del que consideramos nuestro gran repertorio de habilidades. Sin embargo, al no haber neandertales vivos es difícil valorar qué otras capacidades específicas podían tener ellos y quizá nosotros no.

En cuanto a la polémica sobre si los neandertales eran más listos, el debate sigue abierto. Mi hija María mantiene que eran dos especies con formas diferentes de ser inteligentes. Una gran mayoría sugiere que la capacidad simbólica y artística de nuestra especie era mayor que la de los neandertales, pero todavía hay mucho que discutir en este asunto. Ellos se extinguieron y nosotros no, pero esto no significa necesariamente que fueran inferiores. Su extinción puede haber sido algo circunstancial, una contingencia, un problema demográfico consecuencia de haber habitado un territorio de condiciones climáticas adversas que acabaron devastando su estabilidad demográfica. Curiosamente, nuestra especie no fue capaz de habitar Europa hasta mucho más tarde que los neandertales, quienes nos llevaron una ventaja de cientos de miles de años en el dominio de los fríos glaciales. Así, habría que valorar los parámetros con los que definimos la "superioridad" de una nuestra especie sobre la otra. Los neandertales también enterraban a sus muertos, mostraban compasión, cuidaban a sus enfermos y desarrollaron el ornamento personal. No obstante, eran diferentes. Se afirma por ejemplo que H. sapiens prefería los enterramientos al aire libre, mientras los neandertales preferían las cuevas, o que H. sapiens era más sedentario, mientras que los neandertales movían con frecuencia sus campamentos. Todo esto refleja diferentes "personalidades" pero en cualquier caso comportamientos y organizaciones sociales complejos en ambos casos.

Todo esto lo resume muy bien Julio Camba: "Con todo lo cual queremos llegar a la conclusión de que lo importante no es tener mucho sombrero, mucha cabeza ni siquiera mucho cerebro, y que ni los mejores guisos salen siempre de las cazuelas más grandes ni los mejores pensamientos de las seseras más voluminosas".

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