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Área Metropolitana ya

Recientemente publiqué un artículo en el que me hacía eco de que, al fin, la cordura hiciese acto de presencia en negociaciones institucionales, consiguiendo que la razón se sobrepusiese a los posicionamientos partidistas. Era el caso de la reunión mantenida en Vigo por el vicepresidente de la Xunta con los alcaldes que engloba el proyecto del Área Metropolitana de Vigo y con resultados altamente satisfactorios.

Pero mi gozo en un pozo, porque el tema del transporte, que había quedado sobre el tapete, resurge con fuerza y a su enquistada reticencia se une ahora la sorprendente posición de la Xunta, supeditando el desbloqueo definitivo del Área a la rotura de este singular nudo gordiano, que la realidad hace que de facto no sea más que una lazada que puede y debe ser deshecha; pero sin que sea condición sine qua non para el conjunto del proyecto. Sin poner en tela de juicio el peso específico del capítulo del transporte, no puede considerársele en sí mismo como el Área, sino como un componente de la misma.

Naturalmente, hay que abogar por una negociación leal, respetuosa y constructiva y sin que las medias tintas puedan resultar sospechosas de que se ofrezcan aproximaciones a sabiendas de que no podrán superar los obstáculos de premeditados muros. Y es a la Xunta a la que corresponde deshacer el entuerto y descartar reticencias sobre su credibilidad.

Por otro lado, congraciarse con la primera ciudad de Galicia y otros 200.000 habitantes de los municipios limítrofes, podría ser una afortunada oportunidad para que el Gobierno autonómico pudiese obviar el fracaso de su pretendida fusión de municipios y llevar acabo la pendiente transformación territorial.

Todos debemos remar en la misma dirección siendo capaces de limar asperezas y con la suficiente generosidad para ceder en lo que sea posible; pero es preciso resaltar la responsabilidad de la Xunta si deja pasar la histórica ocasión de dar luz verde a un soñado y ya muy viejo proyecto del que se espera el beneficioso impacto económico y funcional que ya sido revalidado en otros lagos. Si, por el contrario, hay buena voluntad es incomprensible que se aferre a una parte para desbaratar el todo. Incomprensible e inadmisible, porque Vigo y su entorno, por no decir toda Galicia, no pueden permitirse el lujo de despilfarrar la señera posibilidad de dar carta de naturaleza a un ilusionante ente que, de facto, ya casi existe. Consensuada la gobernanza, la financiación y competencias, el Área tiene que iniciar ya su andadura, sin perjuicio de que se sigan negociando los flecos del transporte y la posible incorporación de nuevos miembros.

No se puede, pues, cejar en el empeño de lograr un objetivo lógico y alcanzable; en este caso exigiendo a la Xunta que rectifique su absurda e inexplicable decisión. Y, sin propugnar una beligerancia a la que tendría derecho, pedir a Vigo que negocie con toda la firmeza que exige lo mucho que está en juego y a la Xunta que reflexione sobre las consecuencias de su posicionamiento, sin ignorar que es proverbial que quien olvida la historia corre el riesgo de repetirla. Como aviso a navegantes, me permito recordar que la desaparición de la Caja de Ahorros y el abandono de Peinador fue un pecado que en las urnas cumplió su penitencia.

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